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X Quinientos: última película colombiana en Toronto

Orlando Mora



A pocas horas de abandonar Toronto, dos satisfacciones personales marcaron estos dos últimos días de festival. La primera fue el placer de disfrutar de Jota, el último musical firmado por Carlos Saura, y la segunda fue  poder ver X Quinientos, la película del colombiano Juan Andrés Arango.

Empecemos por repetir la obviedad de que estamos viviendo un mundo lleno de violencia, tristeza y desesperanza. En manos de los putin, los berlusconis y demás aves rapaces que nos gobiernan, todo parece estar haciendo agua, sin que se avizoren luces de un mejor futuro. El cine, arte realista por excelencia, se nutre de esos insumos y lo que hoy reflejan las buenas películas, tanto de ficción como documentales, no puede ser nada diferente a lo que estamos viviendo.

La mayoría de las obras de calidad vistas en Toronto son también golpes bajos al ánimo, que dejan un sentimiento de desaliento muy cercano a la depresión. Por eso, en medio de tanto desasosiego, nos produjo una gran alegría ver el estreno mundial de Jota, el musical de Carlos Saura, y regocijar el espíritu al ver y escuchar la gran selección de jotas, la música aragonesa, filmados los números musicales con el estilo ya habitual en Saura, dejando que la música sea la única protagonista y poniendo los recursos de imagen y sonido a su servicio para  destacarla y magnificarla.

La última película colombiana exhibida en Toronto fue X Quinientos de Juan Andrés Arango, un segundo filme que repite muchos de los aciertos que estaban en La playa, su opera prima presentada en el festival de Cannes. Se trata de tres historias que transcurren en lugares distintos( ciudad de México, Buenaventura y Montreal), contadas de manera simultánea, con cortes que buscan establecer un cierto sentido común, que de alguna manera no se consigue.

Arango posee fuerza en la construcción de su universo visual y demuestra un gusto por los ambientes populares, que en el caso de la historia situada en Buenaventura termina siendo poderosa y convincente. Por razones naturalmente entendibles es la mejor de las tres y en la que más cómodo se siente el realizador, una de las voces que apunta con mejor futuro para el cine colombiano.

Un buen final para marcharse de Toronto, un gran evento que con una fórmula diferente a la de Cannes, poco a poco se ha convertido en la segunda cita festivalera del año.

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