En el intenso ahora:
Las voces del pasado
Orlando Mora
Todo empezó por unas imágenes de origen conocido. Joao
Moreira Salles encontró una película amateur con el registro del viaje a China
realizado por su madre en el año de 1966, una mujer que por condición social e
ideas nada tenía que ver con la revolución cultural maoísta que por esos años
conocía el coloso asiático. No obstante esa circunstancia, la grabación
reflejaba un grado de entusiasmo que sorprendió al cineasta y lo empujó a pensar en lo que había ocurrido
en el mundo en esos años.
La década del sesenta fue el último momento de las utopías
del siglo veinte. Tal vez resulta imposible para quien no haya vivido ese
período imaginar o medir la pasión con que se tomaron en ese entonces los
sueños de cambio. Usando por motivos de generación la primera persona, digamos
que íbamos a transformar el mundo, lo creíamos con fe ciega y además sabíamos
hacia donde lo queríamos cambiar: anticipábamos un mundo igualitario en lo
económico y libre en sus ideas y valores.
El mayo francés de 1968 representó el punto más alto de ese
sueño libertario, con las universidades y las calles tomadas por los
estudiantes, convertidos en una especie de vanguardia de la lucha de clases a
la que pronto se unieron los trabajadores. Fueron días de embriaguez, con una
intelectualidad en la que destacaba Jean-Paul Sartre y que combatía las razones
que el luminoso humanismo de Albert Camus pregonaba y que en ese instante no
comprendíamos ni valorábamos.
En 1968 Moreira Salles era un niño de apenas cuatro años y
residía con su familia en París, sin recuerdo alguno de lo que entonces
aconteció. Solo con ocasión de la película viajera de su madre y del fino texto
con que ella lo acompañó se detuvo con una mirada especial en los
acontecimientos de esa década, partiendo de las imágenes y palabras maternas, que
expresaban una felicidad y una emoción con lo visto en China, un país cuya
influencia ideológica en esos años fue definitiva, inspirada en esa especie de
devocionario que era el libro rojo de Mao Tse Tung.
Previa una cuidadosa investigación, el director recopila y se
enfrenta a una serie de imágenes filmadas en distintos países y al final decide
quedarse con las que hablan o se refieren a tres países en el mismo año de
1968: Checoslovaquia, Brasil y Francia. Pero la mirada de Joao Moreira Salles
no es la del historiador o el investigador social, la suya es la mirada del cineasta,
del documentalista que se pregunta por lo que dicen las imágenes y la
distancia que media entre la intención
de quienes las registraron y la lectura que de ellas hace el
espectador actual.
En esa medida En el intenso ahora no es un documental
de ensayo, como una primera impresión
puede sugerir dada su temática y duración de algo más de dos horas. La
película es una reflexión sobre el valor de las imágenes sometidas al paso del
tiempo y la manera como se pueden entender desde el presente. De alguna manera
lo que nos trae el documental es la confrontación entre el entusiasmo del
pasado en que se registraron y el entusiasmo del presente con que se observan
en este momento.
En el rigor de la construcción de su trabajo Moreira Salles
acude únicamente a material de archivo, salvo quizá el plano en que muestra la
estación del metro de París en que se suicidó uno de los jóvenes que no soportó
la frustración de las ilusiones del mayo del 68. El origen de ese material es
diferente, desde películas de época con directores conocidos hasta imágenes
anónimas o tomadas de la televisión.
En el intenso ahora reconocemos los gestos, las
actitudes que caracterizaron una época. A pesar de estar construido en primera
persona, el director se abstiene de formular juicios de valor sobre los
acontecimientos y lo que se deslizan son interrogaciones y preguntas sobre lo
temporal y lo intemporal que yace en las imágenes cinematográficas. En ellas
está sin más la emoción de la vida, que al final es siempre un presente.
Aunque las afirmaciones generales suelen ser inexactas, quizá
no lo sea decir que las cosas más importantes del cine están pasando hoy en el
documental y no en la ficción. Por esa razón hay que celebrar que un documental
tan valioso como En el intenso ahora
llegue a las salas comerciales de la ciudad, así sea a solo dos de ellas. Una cita impostergable para la
cinefilia, que permite descubrir a un autor
que es un verdadero referente de este tipo de cine y de la cultura brasilera en
general.
La dedicatoria de la película a Eduardo Coutinho es el
homenaje póstumo a un documentalista que
a todos enseñó y a quien la empresa de Moreira Salles produjo sus últimas y maravillosas películas.
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