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José Luis Cuerda: memoria de un director

Orlando Mora

El pasado 4 de febrero falleció a los 73 años el  director español José Luis Cuerda. En su país la noticia encontró la resonancia debida, pero por estos lados la desaparición del autor de El bosque animado pasó casi tanto como desapercibida. Conocido en Colombia  solo por La lengua de las mariposas  y Los girasoles ciegos, el resto de su obra permanece prácticamente inédita en  el país, y con el giro que están dando los festivales de cine, cada vez menos propensos a organizar sus programaciones en torno a  las figuras de los autores, las esperanzas de que ese vacío se remedie son ciertamente bajas.
Cuando cumplíamos funciones de programador en Cartagena, tuvimos la oportunidad de invitar a José Luis Cuerda con su última película de entonces, Los girasoles ciegos. En ese momento todavía no se superaban las tradicionales deficiencias de exhibición del festival, una limitación  que nos permitió conocer el sentido del humor que tenía  el español. Apenas la queja normal y luego a sacar partido de lo que estaba viviendo en ese momento, y hablar con  entusiasmo  de  su experiencia de productor de vinos.
Las horas pasadas en esos días al lado de Cuerda nos permitieron sentir   que estábamos ante un gran artista y ante un maravilloso ser humano, dos calidades que con frecuencia no van de la mano. Si bien al final lo que interesa y sobrevive de un creador es su obra, se celebra  cuando la personalidad camina a la par con la creatividad.
A pesar de las lamentables lagunas que tenemos en el conocimiento de su filmografía, no resulta aventurado afirmar que José Luis Cuerda es una de las voces más originales y sugestivas del cine español de los últimos cuarenta años. En especial porque más allá de lo que sugería Pares y nones (1982 , una opera prima que apuntaló el despegue de la comedia española de los años ochenta junto a títulos de otros realizadores como Fernando Trueba y Fernando Colomo, lo suyo evolucionó en una dirección novedosa y particularmente reveladora.
José Luis Cuerda entronca con lo mejor de la tradición  literaria y cinematográfica  de España. En lo que toca con la literatura, es evidente que mucho de la gran picaresca de El lazarillo de Tormes en adelante alimenta sus historias,  con personajes obligados a sobrevivir en condiciones adversas y que  a cada paso se las  ingenian  para salir de apuros, sin que ningún freno  moral los desvele.
En cuanto a las conexiones de Cuerda con el cine, son claros los vasos comunicantes  que lo llevan a  las raíces  neorrealistas y  a la comedia que ese movimiento generó, con un acercamiento a los personajes  en el que se distinguen  a partes iguales el humor y la ternura. El bandido Fendetestas, que encarna soberbiamente Alfredo Landa en esa joya que es El bosque animado, ilustra a la perfección la postura  que el director adopta frente a sus protagonistas.
Si se quisiera cifrar en pocas palabras las características del cine de José Luis Cuerda, pudiera decirse que se trata de un director realista y costumbrista, signado profundamente como toda su generación por la experiencia desgarradora de la guerra civil española. La  realidad que le interesa al autor de Amanece, que no es poco  es en principio la material e inmediata, tal como corresponde al mundo de los  humildes y los desposeídos. Hay un gusto por lo físico, con  momentos de un humor negro  ciertamente maravilloso.
En ese  punto vale la pena mencionar la presencia fundamental que en su obra tiene la figura de Rafael Azcona, el mejor guionista de toda la historia del cine español, quien  aporta una arquitectura a las películas de las que carecen otros títulos de director, caracterizados más por la sucesión de escenas que por su organización en una estructura rigurosa, estilo que si bien muchos aplauden, otros  preferimos el armado que Azcona aportaba en trabajos como El bosque animado o La lengua de las mariposas.  
José Luis Cuerda lo aprendió casi todo de mantener la mirada y el oído atentos a lo que sucedía a su alrededor y a la manera como la gente hablaba y se comportaba. Bebió de la tradición del humor popular de mundos como el de los gallegos, de los que citaba frases de una agudeza clarividente. Olvidamos casi todo de los que nos dijo en los desayunos en el Hotel Caribe de Cartagena, salvo uno que creo atribuía a ellos: Si te dijera la verdad, te mentiría.
Volvamos al principio y destaquemos  la orfandad en que queda  el cine español con la ausencia de José Luis Cuerda, responsable como director de  una filmografía  de trece o catorce películas que no debieran olvidarse, y créditos de productor  con  títulos tan significativos como los iniciales de Alejandro Amenábar.

    

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