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El guasón: La venganza del clown
Orlando Mora

Hace años que el auge irrefrenable de las películas de héroes y superhéroes se viene constituyendo en uno de los síntomas sobre el gusto dominante de los actuales espectadores de cine. En una preferencia que solo puede ser leída como parte de un proceso de infantilización del público, ahora muchos quieren encontrar en las historietas y los comics sesudas elucubraciones acerca del bien y el mal en la sociedad contemporánea.
En esa medida parece válido afirmar que El Guasón, el filme que acaba de estrenarse mundialmente el pasado fin de semana, representa un salto cualitativo importante, ya que si bien a partir de su título convoca a los aficionados a ese tipo de cine,  plantea a la vez una desviación radical y una subversión de los códigos  argumentales y narrativos que tradicionalmente lo han caracterizado.
El filme de Todd Phillips apunta a crear una especie de biografía imaginaria del personaje de El  Guasón antes de convertirse en el archienemigo de Batman, en un guion en el que el héroes no aparece  y apenas se traen apenas algunas menciones,  simples guiños para mantener la vinculación con la tradición de las aventuras del hombre murciélago.
Para tal fin Phillips y su coguionista Scott Silver se orientan a humanizar la figura de El Guasón, trazando un dibujo en el que el personaje es  un hombre apocado y maltratado por una sociedad que no lo entiende y en la que no logra realizar su vocación de comediante, quedándose apenas en la situación de un payaso de alquiler del que se abusa inmisericordemente.
Ahora sabremos por fin quién fue en verdad  Arthur Fleck y por qué vías llego  llegó a ocupar el  destino trágico del malo de las historias de Batman.  La humanización del villano es a la vez justificación, lo que explica la resistencia que la obra ha despertado en ciertos sectores del público norteamericano, temerosos de que el realismo en la presentación de El Guasón pueda dar lugar a que algún desquiciado emprenda actos de violencia como los que trae el filme.
En lugar de la violencia de juego que se suele explotar  en las películas de superhéroes, con muertos que caen a montones sin que se afecte la conciencia del espectador, anestesiado por la lógica de saber que son apenas figuritas y que todo es de mentiras, Phillips plantea una violencia de un realismo crudo, casi salvaje y que posee además la fuerza de estar dramáticamente justificada como respuesta de quien ha sido maltratado por la sociedad en la que le ha correspondido vivir.
El hecho de que Arthur Fleck se presente como un enfermo mental en nada afecta el poder de subversión que raizalmente trae la película, en la que el futuro Guasón es apenas la víctima de una sociedad violenta, trastornada, tomada por las basuras y las ratas. La imagen de la ciudad Gótica de Batman que propone el director es casi apocalíptica, en uno de los  aciertos más notables de la película.    
Debo confesar que desconozco la obra anterior de Todd Phillips y en esa medida la grata sorpresa que depara El Guasón me resulta todavía mayor. Tratándose de un filme  norteamericano, la primera sospecha era que se podía tratar de un producto comercial más,  acaso  con algunos toques personales para volverla todavía más atractiva y alinear en su favor al gran público y a la parte de la crítica que anda enfervorizada con este tipo de cine.
Lo que trae la película es otra cosa y  da cuenta de un realizador potente, con ideas creativas afortunadas que se materializan en aspectos claves como el increíble diseño de producción, la fotografía a color con una cámara que sigue el ritmo interior de las escenas con una precisión clínica, una música con toques nostálgicos que remiten a una especie de pasado perdido, y, por supuesto, el trabajo de los actores, con  Joaquin Phoenix que se apodera literalmente de la pantalla y  Robert De Niro que brinda una lección acerca de lo que debe hacer un buen actor con un personaje secundario.
Arthur Fleck desea llegar a comediante, empezando en el escalón de un clown. Su realidad se va desdibujando en medio del maltrato y la violencia que lo acosan. Le queda el refugio de un show televisivo al que finalmente llegará para contar su verdad, que es también su venganza y su revancha. De eso trata El Guasón, ganadora de El León de Oro en el Festival de Cine de Venecia finalizado en el pasado mes de agosto, un premio sorpresivo pero que ahora no luce para nada  injustificado.

    
 

   

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