El FICCI 2019: Victor Gaviria y el cine en Medellín
Orlando Mora
Concluyó el pasado lunes 11 de marzo la edición 59 del
Festival Internacional de Cine de Cartagena. Uno de los actos centrales de
su apartado de homenajes fue el rendido
a Víctor Gaviria, con una serie de diálogos, reconocimientos y una función de
gala con la exhibición en versión restaurada de la opera prima del realizador, Rodrigo D no futuro.
Varias cosas a destacar en lo sucedido con Gaviria en
Cartagena. A nivel de noticia la más importante fue el anuncio de Patrimonio
Fílmico de que se avanza en la preparación de una caja con obras del
realizador, incluidos sus largometrajes Rodrigo D no futuro, La vendedora de rosas y Sumas y restas, y un grupo de tres sus
mediometrajes, un pasaje de la obra de Víctor que ya prefiguraba la manera como
el poeta antioqueño iba a plantear sus relaciones con la realidad. La calidad
de las versiones restauradas que se anticiparon en la noche del 7 de marzo sorprende
y da para confiar en un producto digno de colección.
Pero quizá lo más emocionante fue comprobar el entusiasmo que la presencia del director
despierta, con los abrazos y las fotos que todos quieren tener al lado de a
quien llaman simplemente Víctor. Funcionarios, amigos, conocidos, y lo más importante, muchachos que lo siguen
con la admiración que solo despiertan los que ostentan el estatus de maestros,
es decir, de artistas capaces de mostrar líneas de avance y caminos que no son
fáciles, y en los que el creador se juega literalmente la piel.
La creación como riesgo, como aventura personal
insustituible, por allí está el núcleo de lo que Gaviria ha enseñado a lo largo
de una obra construida en medio de largos períodos de silencio, fruto de la
forma en que el director parece poner la vida por delante, alejándose de
comodidades y bordeando precipicios e
infiernos que su círculo personal más cercano bien conoce.
Habrá que buscar otra oportunidad para hablar de todo lo que el cine colombiano debe a Víctor
Gaviria. Por hoy vale la pena orientar la reflexión
a lo local y a destacar lo que el cine de Medellín debe a Gaviria,
reflexión que suscita la coincidencia en Cartagena del homenaje a Víctor y el
estreno mundial del largometraje Los días
de la ballena de la realizadora Catalina Arroyave, una película imposible
de concebir sin la tradición creada en Medellín a partir de las obras del
realizador de La vendedora de rosas.
Víctor Gaviria ha enseñado con su obra una manera de
acercarse a los ambientes marginales de la ciudad para descubrirnos los
profundos pozos de humanidad de los que allí habitan y que muchos olvidamos. La
cámara de Víctor no llega a ellos para
ambientar historias ni encontrar soluciones escenográficas. Lo suyo es comprensión, desgarramiento
y ante todo verdad, la verdad profunda que
otorga la poesía que preside la mirada del director.
Se ha necesitado el paso de muchos años para que la lección
estética y moral de Gaviria se vaya decantando. Trabajos cercanos en el tiempo
a las primeras obras de Víctor eran
demasiado miméticas y se agotaban en la copia de una simple
exterioridad. Dos filmes recientes dan cuenta de que la línea del cine de
Gaviria se va transformando en una verdadera referencia, permitiendo la aparición de películas que no niegan sus
raíces y que saben avanzar a partir de lo heredado.
Los días de la ballena de Catalina Arroyave crea bajo la
influencia innegable del mundo de Gaviria. Allí está la realidad de los barrios
de Medellín con su dureza y su
cotidianidad de lucha y violencia, pero
también se camina en una dirección
distinta, proponiendo una historia en la que la figura de los grafiteros
adquiere un maravilloso carácter simbólico. Es una luz que apunta a un distinto amanecer y una
celebración de la esperanza sin estridencias ni discursos superpuestos.
Si a Los días de la
ballena se suman Matar a Jesús de
Laura Mora y Los nadie de Juan
Sebastián Mesa se tendrá un presente que por vez primera coloca la ciudad de
Medellín en un punto importante en la geografía creativa del cine en Colombia,
todo bajo la influencia de un universo realista que Víctor Gaviria enseñó a
mirar con otros ojos, sin asomos de compasión ni sentimientos piadosos. Allí estaba
simplemente la vida, esa que poetas como Gaviria y Helí
Ramírez nos enseñaron a conocer y , por supuesto, a padecer.
Imagen tomada de: https://www.elcolombiano.com/cultura/literatura/con-erato-rinden-homenaje-a-victor-gaviria-GD7566495
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