Parásitos: La vida sin
un plan
Orlando Mora
En mayo del año pasado el filme Parásitos
obtuvo la Palma de Oro en el festival de Cannes; hace algunos días alcanzó el
Globo de Oro a Mejor Película Extranjera y seguramente el próximo 9 de febrero
tendrá un reconocimiento similar en la entrega del Oscar. Resulta difícil
imaginar siquiera que pueda surgir una obra tan original, potente y sugestiva
como la de Bong Joon-Ho.
El cine del coreano se inició con el nuevo siglo y sorprendió desde
su aparición en el año 2000 con Perro que ladra no muerde, que interesó
por igual a críticos y productores, lo que explica los senderos de su posterior
carrera, que incluye títulos
internacionales rodados en inglés, si bien hay que advertir que las películas puramente
coreanas son lo más atractivo de su
obra.
A pesar de esos antecedentes brillantes, con Parásitos el director da un salto
cualitativo grande y consigue su mejor película
hasta la fecha, llegando a una plenitud
admirable. Virtudes creativas que ya aparecían en los títulos anteriores de su
filmografía, esta vez se repite integradas a un proyecto sólido, sin fisuras,
cargado de significado y metáforas. Con Parásitos
el coreano ronda la maestría y se convierte en uno de los referentes obligados del
cine contemporáneo.
Vale la pena recordar algunos de los elementos de que se ha
servido Bong Joon Jo en su cine y que esta vez encajan como conjunto a la
perfección: originalidad en las historias, imaginación para introducir giros en su desarrollo, gusto por el cine de
género, dotes innatas de narrador y poderío visual, recursos que se reconocen en Parásitos y que mueven lo que ahora tiene los visos de una
auténtica obra de madurez.
Lo primero a destacar en el filme es su estructura y la perfecta
simetría de las dos partes en que claramente está dividida la película. De los
130 minutos de duración, la mitad de ellos se invierten en la descripción en
detalle de la principal familia protagonista, integrada por el padre, la madre
y dos hijos. Son pobres, viven en los bajos de una construcción y han
desarrollado una especial capacidad de
sobrevivencia.
Gracias a la astucia de los miembros del grupo a los que guía
el padre, poco a poco logran infiltrarse en la
casa de una familia poderosa económicamente, y que vive en medios de
comodidades, sin disponer del sentido de atención y alerta que mantienen los
ocupantes de su residencia. En esta primera parte la película tiene el registro
de una comedia de tintes oscuros, orientada a destacar la iniciativa que la
pobreza impone, y la cierta inercia con que se mueven los miembros de la segunda familia.
Acudir a los géneros es uno de los recursos que siempre asoma
en el cine de Bong Joon-Ho. Por eso de la comedia salta al thriller en la
segunda parte, acelerando la historia con una
serie de giros inesperados que sorprenden, lo que se constituye en uno de los grandes
atractivos populares de la película. La obra cobra otro ritmo, la cámara pierde
distancia, los planos son más breves y de la diversión se pasa aceleradamente al terror.
El director coreano utiliza un tipo de narración basada en restringir
la información, de modo que el público solo conoce lo que la cámara va
mostrando, en un procedimiento característico del cine de suspenso. Las cosas
que suceden en el relato las descubren los personajes y el espectador al mismo
tiempo, nadie sabe más de lo que muestran las imágenes, lo que lleva la
atención y la tensión a un punto alto.
Pero en esta ocasión no se trata meramente de manipular la
atención del espectador, que es lo característico de cierto tipo de thriller,
en el que nada importante queda una vez se descubre lo que antes se desconocía,
dejando apenas la sensación de un simple juego. Esta vez lo que se revela es la
subversiva mirada que Bong Joon Jo introduce en su historia, con un
planteamiento de clase de una violencia difícil de igualar.
En esta perspectiva hay que destacar la intensidad de la
secuencia de la fiesta en el jardín de la casa de la familia adinerada, cuyos
destalles es obligatorio callar para no arruinar la experiencia intelectual y
emocional del espectador. Antes de esa secuencia hemos visto otra que sirve para medir la extraordinaria
potencia visual del director, y es la del escape de la casa y el diluvio que
inunda la ciudad, filmada con una fuerza que recuerda otros grandes momentos
del cine del director.
A más del planteamiento de clase, hay otros temas de Parásitos que pertenecen a las
preocupaciones habituales del director, como es el caso de la referencia a la
familia y la innegable importancia que Bong Joon Ho le otorga. Igualmente la
atracción que el director siente por lo imprevisto, y que acá se revela en la
forma como fracasan los planes de una familia, lo que lleva al padre a decir en
una reflexión de rara contundencia que
la vida no funciona con planes y que solo sin un plan nada puede salir mal.
Si en razón de brevedad hubiera que mencionar un solo aspecto
novedoso del cine de Bong Joon Ho, nos gustaría destacar la manera como una vez
finalizada la acción principal y cuando ya en la conciencia del espectador está
sembrada la sensación de final, el director agrega unos momentos a manera de epílogo. Son como un comentario
sobre lo sucedido, un rayo de luz que se lanza desde el ocaso y que proyecta un poco de
esperanza hacia la vida que continúa.
Excelente comentario,
ResponderBorrarSiempre he sentido admiración y respeto profundo por la forma como el Maestro Orlando Mora enfoca sus comentarios sobre cine. Coherente con su forma de ser, es delicado y respetuoso con el material que analiza, porque crear y¬/o dirigir películas no es fácil. Como crítico, no destruye. Lleva de la mano al cinéfilo, para que perciba y analice particularidades o generalidades, sobre el qué y el cómo, que técnica y artísticamente, considera importantes en la obra. En su experticia, evita sutilezas “…cuyos detalles es obligatorio callar para no arruinar la experiencia intelectual y emocional del espectador.” según sus propias palabras, en su artículo sobre Parásitos.
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