Rocket man: El regreso
del musical
Orlando Mora
Los empresarios del cine caminan al paso de las modas.
Convertidas las viejas casas productoras de antes en partes de conglomerados
financieros, las decisiones de producción han quedado en manos de contadores,
que solo saben de sumas y restas, sin conocimiento ni interés particular en la industria cinematográfica.
Las biografías de músicos parece ser ahora el nuevo filón y
esa desconfianza ante lo comercial explica las reservas con que uno se acerca a
una obra como Rocket man. Por fortuna
lo que se descubre en la pantalla desde el inicio es otra cosa, y poco a poco
ceden las reservas y el entusiasmo crece, en una película que ofrece y anuncia cosas distintas.
El actor y ahora director inglés Dexter Fletcher nos emociona
con su nuevo filme por distintas razones, la primera de las cuales es su decisión
de volver al musical, un género que ha perdido espacio en el gusto de los
espectadores y por el que hoy casi nadie transita. Los años de esplendor en los
cuarenta y cincuenta son ahora pasado y cuando se revisita con buenos
resultados, como es el caso de La La Land
de Damien Chazelle, se hace más desde la evocación nostálgica y el homenaje.
Dexter busca insuflarle vida en presente, planteando un
musical que se ocupa de la vida de un músico, en este caso el extraordinario y
legendario Elton John. La trascendencia del intento radica en la voluntad, hoy
poco atractiva para el público, de hacer que la historia se cuente y evolucione
a partir de la música y la coreografía, y que ellas sirvan incluso para las
transiciones narrativas y las elipsis o abreviaciones del relato.
Por eso lo mejor de Rocket
man, título de una de las composiciones del autor y de su casa productora,
es la abierta incursión en el musical, con una serie de números memorables y
que ya entran en la antología de lo poco
que está dejando al género el cine de las últimas décadas. Hay escenas formidables como las que suceden
en el bar en el que Elton John adolescente toca
o en el club Troubadour en Los
Angeles.
En esa medida nos parece que la importancia de la película
radica en su condición de propuesta musical, y no en lo que parece más obvio y
es la dimensión biográfica, aspecto que muchos podrán juzgar de forma negativa,
al considerar que la obra se convierte
en demasiado previsible y si se quiere ya vista, lo que no es totalmente cierto.
Puestos en la dimensión biográfica, habría que subrayar que el productor de la película es el propio
Elton John y que él intervino bastante en el enfoque de su contenido, lo que le
otorga un carácter personal y valioso
para el futuro, ya que equivale a las memorias del personaje, y a ella habrá
que acudir cuando cualquier investigador quiera ahondar en lo que fue la vida
del gran músico. En especial porque mucho interesan los orígenes de su
vocación y el registro de la evolución
hacia el tipo de música que finalmente fue la suya.
Quizá la mayor glosa que pueda plantearse a la parte
biográfica de Rocket man es su estructura narrativa, ya que se trata de
un largo flash back o vuelta atrás, que parte de un punto crítico de la vida de
Elton, cuando casi treinta años atrás decidió abandonar sus adicciones y luchar
por recuperar una vida que se le despeñaba a pasos agigantados. Mostrar lo que
fue su descenso al infierno del alcohol, las drogas y el sexo supone una
decisión de alto riesgo, que él asumió en este caso al no suprimir una parte
tan oscura y trágica de su biografía.
En el proceso que lleva al
niño Reginald Kenneth Dwight a convertirse en un ídolo del mundo del
espectáculo hay mucho de fractura y mucho sufrimiento. La gloria de lo público
contrasta con la infelicidad íntima del personaje, descontento con él mismo y
en busca de ese otro yo que quería ser, algo en que parece haber triunfado,
según el anuncio del final del filme y lo que hoy se sabe de Elton John.
Dexter Fletcher muestra un crecimiento en sus destrezas de
director y abre un positivo panorama en cuanto a lo que puede ser su futuro
inmediato. Al realizador le gusta la cámara y el manejo de los espacios, algo
que poco a poco se pierde a medida que el relato cinematográfico se vuelve más
televisivo. La manera de resolver en solo cuatro o cinco planos el desastre de
la experiencia matrimonial de Elton John es admirable y nos habla de un
narrador en potencia. Su decisión de utilizar un actor como el inglés Taron
Egerton y confiarle la vocalización de los temas, sin recurrir al play back, es
otro punto alto en las virtudes de una película que debe necesariamente verse.
Espectacular
ResponderBorrarDemasiado interesante
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