The Classics en
Medellín
Orlando Mora
Entre el 8 y el 14 de noviembre se anuncia en Medellín, en la
sala Vizcaya de Cine Colombia, la exhibición de siete filmes maravillosos y en
copias restauradas, en un programa bajo el patrocinio de la Film Foundation’s
World Cinema y que cuenta con la
financiación y el apoyo de una serie de entidades dedicadas a preservar la
memoria del cine.
Los títulos incluidos en la muestra son parte de la historia
del llamado arte del siglo XX, todos de una calidad que inhibe las sugerencias
o las recomendaciones. Son películas de directores, momentos y países
diferentes, que integran un conjunto excepcional y cuya presentación está
llamada a convertirse en el evento cinematográfico más importante de la ciudad en el presente año.
Enamorada (1946) de Emilio “el Indio”
Fernández, La pared (1982) de Alan
Parker, Toro salvaje (1980) de Martin
Scorsese, Detour (1945) de Edgar G
Ulmer, 2001 Odisea del espacio (1968)
de Stanley Kubrick, La ventana indiscreta (1954) de Alfred Hitchcock y El maquinista de la General (1926) de
Buster Keaton son las obras que llegan a Medellín y que deben calificarse, en
una sola palabra, de imperdibles.
Nunca como ahora había sido más urgente regresar
periódicamente a los grandes filmes de la historia del cine. A pesar de la
democratización del acceso al material cinematográfico que ha supuesto el
internet, la verdad es que allí no se encuentran la totalidad de las películas,
las copias con frecuencia son defectuosas y lo más llamativo, la tendencia de
los jóvenes es a buscar el cine más reciente, que al fin de cuentas es el que
responde a sus gustos e intereses.
Esa especie de abolición del pasado tiene como efecto una
distorsión en la valoración de la historia del cine, ya que a la hora de
mostrar preferencias vinculadas a la calidad, las encuestan se detienen en lo
más reciente. Solo esa sobrevaloración del presente explica disparates como el
de una encuesta de hace algunos años que dio como mejor película latinoamericana
Amores perros, sin que en la lista final apareciera, por ejemplo, un solo
título de Fernando de Fuentes o de Leopoldo Torres Nilsson.
Volver a la historia servirá además para evitar que el gusto
del público se torne homogéneo y que en
el futuro el ritmo y las estructuras narrativas de las películas sean en
exclusividad los que imponen las series y demás productos a la moda. Hay que regresar
constantemente a las fuentes y tomar la necesaria distancia para evitar que las
obras audiovisuales del futuro queden
almacenadas en una única estantería y puestas bajo una sola etiqueta.
De los filmes que serán exhibidos a partir del próximo jueves
en la ciudad vale la pena mencionar dos auténticas rarezas, supongo que
bastante desconocidas por los nuevos
espectadores. Se trata de Enamorada
de Emilio Fernández, un melodrama de gran potencia y con una de las mejores
actuaciones de María Félix, junto a Pedro Armendáriz y con la brillante fotografía
de Gabriel Figueroa. La segunda es Detour,
una obra que forma parte de la llamada Serie Negra y que en apenas algo más de
una hora nos cuenta la historia de un hombre comprometido en dos muertes que no
quería y que lo convertirán en un prófugo sin redención, título firmado por Edgar
G Ulmer, un director hoy relegado al olvido.
Alfred Hitchcock es, sin
duda alguna, el gran narrador de la historia del cine, entendiendo por
tal al director que sabe manejar con sabiduría la información que entrega al
espectador, con un distribución inteligente entre lo que saben los personajes y
lo que sabe el público, una de las raíces de su manejo del suspenso, un tipo de
cine en el que no tiene par. La ventana
indiscreta es una de las joyas de su filmografía.
La comedia muda norteamericana llegó a límites imposibles en
el manejo del absurdo como fundamento del humor, y Buster Keaton es en ese
sentido el cómico que con su rostro impasible, cara de piedra lo llamaban,
rompe las reglas del tiempo y el espacio para prender la risa del espectador. El maquinista de la General es simplemente una obra maestra.
Toro salvaje de Martin Scorsese fue declarada
hace tiempo como la mejor película del
cine norteamericano de la década del ochenta y muchos la consideran, con
sobradas razones, la mejor película de la filmografía de un director de tan
alto vuelo como Scorsese.
2001 Odisea del espacio es una de esas piezas que pueden
denominarse como clásicas, en el sentido que el escritor italiano Italo Calvino
daba a la palabra: una obra que nunca acaba de decir lo que tiene que decir. Un
Kubrick soberbio en su perfeccionismo y su potencia.
En cuanto a La pared,
es uno de los pocos musicales de las últimas décadas, un género que reinó en los
años dorados del cine de la Metro y que hace tiempo perdió su espacio y su atractivo
para el público. Alan Parker, un director efectista y práctico, sacó el mejor
provecho de la música de Pink Floyd.
Un solo reparo cabe a la programación del ciclo de Classics y
es el de la presentación de cada película en una función única. Desconozco los
motivos de esa decisión, seguramente económicos como todo en esta industria, lo
que no impide lamentar la frustración que genera el no poder estar siempre en esas citas exclusivas.
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