Una mujer fantástica:
El amor bajo sospecha
Orlando Mora
A partir de su presentación en la Berlinale en el 2017, Una
mujer fantástica ha conseguido acumular los premios más importantes de los
festivales en los que ha participado, culminando con el Oscar a Mejor Película
Extranjera en la celebración de hace algunos meses. El estreno de una película
chilena con semejante recorrido merece atención
especial.
Mirada con la perspectiva de los años, los triunfos de su
director Sebastián Lelio no tendrían que sorprender. La sagrada familia, su opera prima del año 2006, mostró de entrada
que se trataba de un realizador dotado de
talento y del que se podían
esperar buenas cosas. Un filme rodado bajo las evidentes influencias del
movimiento del Dogma danés, con cámara en mano y barridos constantes de un
personaje a otro, la fiereza de su planteamiento golpeaba y cortaba casi la respiración.
Luego de Navidad,
su segundo filme lanzado en la Quincena de los Realizadores en Cannes, el
chileno abandonó su primer apellido Campos y empezó a utilizar únicamente el
segundo con que ahora se le conoce. Pero hubo además dos hechos de incidencia
en su carrera: empezó a trabajar como
guionista con el escritor chileno Gonzalo Maza en una colaboración que se mantuvo hasta Desobediencia, su primera película rodada en inglés y que
cierra por ahora su filmografía, y cambió el tono más radical de La sagrada familia, acercándose a una
realización más clásica y convencional si se quiere.
La construcción del guion de Una mujer fantástica y de Gloria,
su también largamente premiado filme anterior, parte de una situación básica
que se enriquece con detalles a medida que se desarrolla la acción. En los
primeros quince minutos lo que encontramos es una historia de amor como tantas
otras, con un hombre de más de cincuenta años, separado de su familia y ahora
enamorado de Marina, con la que tiene planes para el inmediato futuro.
La muerte súbita del empresario desencadena una serie de sospechas, fruto de
la curiosidad malsana que provoca la condición de transexual de Marina. La
mezcla de incredulidad, sorpresa y rabia que se despierta alcanza desde el
médico del hospital hasta la policía y
por supuesto, a la exesposa y a toda su antigua familia. “Cuando te veo,
no sé lo que veo”, le dice la mujer; “mi papá estaba loco”, le grita con furia
el hijo.
Lo que sigue y de eso trata fundamentalmente la película, es
la lucha de Marina para defenderse del acoso a que se le somete, sin tiempo
para llorar su propia pérdida, obligada a tratar de probar que la muerte fue
natural y que nada tuvo ella que ver con el fallecimiento. Humillaciones,
vejámenes, agresiones físicas, todo cabe en una sucesión que deja una sensación
de pena y vergüenza.
La intolerancia que todavía subsiste en la sociedad actual contra
cualquier forma de diferencia aparece en la película de cuerpo entero, y tal
vez explique en parte la simpatía con que se mira la obra. La gran astucia de
Lelio y su guionista, igual que como estaba en Gloria, es saber colocar al espectador del lado de la protagonista,
haciendo que acompañe emocionalmente el recorrido de Marina.
Lelio ha explicado en varias entrevistas lo que para ellos
supuso encontrar a Daniela Vega, una transexual a la que acudieron simplemente
en busca de información para dar consistencia de verdad a la historia, y en la
que finalmente descubrieron unas dotes histriónicas que la convirtieron en
actriz, a la que mucho se debe del aire
de contenida sinceridad que campea en la película.
A todos en algún momento se nos mueve el mundo y Marina lo ha
vivido, tal como se ve en la escena del espejo en la calle. El recuerdo del
amor de su vida vuelve insistentemente y alimenta el deseo de luchar y
resistir. El final, nada engañador pero si lleno de esperanza, deja abierta una
vía de futuro para la joven, que recupera en una acción intrépida a la perra de
la que la habían despojado y participa como cantante en un concierto.
Digamos por último que la amenaza para un director
latinoamericano triunfador del canto de sirenas de las producciones en inglés,
Sebastián Lelio la ha superado de manera
ejemplar con su Desobediencia, una
película de gran solidez y que confiamos
pueda verse prontamente en la cartelera nacional.
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