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Valladolid: el final de una fiesta


Orlando Mora


Es grato y prolongado el sabor que deja el final de una buena fiesta. Eso acontece este año con la Semana Internacional de Cine de Valladolid, clausurada ayer 28 de octubre con el anuncio de los ganadores de los premios en las varias secciones. A pesar de la reserva  personal que nos despiertan algunas opciones del jurado responsable de otorgar las Espigas en el apartado oficial, lo que esta vez importa  es la calidad de la selección en competencia, con títulos que invitan a recuperar la fe en el futuro del cine de autor.


De los diecinueve filmes que perseguían la Espiga de Oro a mejor película, doce resultaron de una calidad media alta y pudimos seguirlos sin la sensación frecuente hoy en los festivales de estar viendo cosas prescindibles  y  destinadas a un pronto y gris olvido. En la Seminci esta vez por fortuna no fue así  y nos llevamos nombres que seguramente estarán en la primera línea de la producción de calidad en los próximos años.


El premio a Mejor Película se otorgó a Incidente en el Nilo Hilton de Tarik Saleh, un filme que habíamos valorado desde su primer pase público por la solidez de su estructura narrativa, el ritmo intenso que lleva adentro y por la manera de aprovechar los recursos del cine de género para hablar de la realidad política de un país. La película recogió  también otros dos premios  del palmarés mayor: Mejor Director y Mejor Guion, lo que habla a las claras del entusiasmo que despertó en el jurado que presidía el novelista y realizador Ray Loriga.


Otros tres premios principales fueron a parar a manos de la directora de origen chino Chloé Zhao por El jinete, con la Espiga de Plata a Mejor película, Mejor Nuevo Director y Mejor Actor, en una decisión que luce excesiva y que seguramente  corresponde a gustos personales de algún miembro del jurado, que bien pudiera haber sido su presidente. Se trata  de una obra en la cual las intenciones y las ideas previas superan de forma ostensible y clara  los resultados, en presencia de una realización dubitativa desde el punto de vista de la narración, con lagunas y deficiencias notables, incluido en ellas el trabajo del protagonista, recompensado con un premio poco o nada merecido.


Los galardones a Mejor Actriz a Laetitia Dosch por Mujer joven de Léonor Serraille, Cámara de Oro en el festival de Cannes, y de fotografía a Agnes Pákózdi  por Soy un rayo de Luz en la tierra de Elene Naveriane completan el cuadro principal de una edición brillante de Valladolid, la mejor que recordemos en varios años.


Imposible no consignar la admiración que nos despertó el filme israelí Foxtrot de Samuel Maoz, el gran ausente del palmarés y candidato imprescindible a premios que fueron a parar a otras manos. La riqueza de su puesta en escena resulta inusual en los tiempos que corren y dado que se trata apenas de  una segunda obra, son altas las esperanzas que se deben depositar en el futuro inmediato de este gran realizador.


 


    


 


 


 


 

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