La
desaparición de las películas como noticia
Orlando Mora
Acaba de concluir la edición 74 de la Mostra de Cine de Venecia, el festival más antiguo
del mundo y en ese sentido la génesis de unos eventos que mucho tuvieron que
ver con la consolidación del cine como un medio de expresión con el director
como verdadero autor. Entre los varios factores que impulsaron el desarrollo del
cine de autor a partir de la década del
cuarenta del siglo pasado, los festivales ocupan un lugar de privilegio que no debiera
olvidarse.
La buena nueva de la edición 2017 fue que el León de Oro, la
estatuilla que recompensa la mejor película, fue a parar por vez primera a
manos de un director mexicano. Artesano hábil como pocos y con una imaginación
que bucea en aguas profundas de la infancia, Guillermo del Toro sobresalió
desde su primera aparición en Cannes con Cronos
en 1993. Tentado muy pronto por la
industria internacional, hace varios que lucha al lado de compatriotas como Alfonso Cuarón y Alejandro
González Iñárritu por mantener un cine de perfiles personales, trabajando en las propias entrañas
del engranaje industrial de Hollywood.
Hubo un tiempo en que los festivales, los directores y las películas fueron noticia. Fueron los
años dorados de la cinefilia cuando el inicio de rodajes o el lanzamiento de nuevas obras de
directores como Federico Fellini, Ingmar Bergman, Roberto Rossellini, Alfred
Hitichcock, etc eran registrados por los medios y en esa medida la asistencia a
los festivales donde se estrenaba ese material se tornaba conveniente.
El auge del cine de autor obligó a que la Prensa escrita
incorporara críticos de cine a sus plantillas de colaboradores, con espacios
generosos en los suplementos literarios y en las ediciones diarias para
registrar los estrenos y calificar sus bondades o limitaciones. En el caso de
Colombia, es una simple rememoración personal, todavía recuerdo las notas de
Jorge Gaitán Durán, Gabriel García Márquez, Hernando Salcedo Silva, Ugo Barti o
Hernando Valencia Goelkel.
El desarrollo tecnológico voraz y vertiginoso de los últimos
años fue creando prácticas de lectura rápida y restando espacio a los
periódicos y medios escritos para sustituirlos por las redes sociales con sus manías
y sus tips. Así los críticos de cine empezaron a desaparecer de los equipos de
redacción, se fue esfumando la información sobre los festivales y el tema quedó
a cargo de periodistas generales con un cubrimiento que ha perdido en extensión
y profundidad.
En la medida en que no están los críticos como personal
estable, lo que se publica sobre el cine o quizá mejor sobre la industria
audiovisual, se ha reducido a su dimensión más espectacular y por eso lo que
ahora se cubre y se registra son las noticias sobre Netflix y las nuevas
plataformas o sobre la asistencia de los actores y actrices más mediáticos a
los festivales. Pero nada se dice sobre
las películas, que cargan hoy con una pesada
loza de silencio.
Por eso alguien que no haya estado en Venecia, como es mi caso, ignora por completo lo que
aconteció con filmes que allí se exhibieron y que interesaban bastante como Downsizing de Alexander Payne, Mektoub de Abdellatif Kechiche, Outrage de Hirozaku Kore-Eda o La villa de Roberto Guédiguian, por
ejemplo. Pero sucede eso: que las películas ya no son noticia.
Comentarios
Publicar un comentario