Keyla: Crónica de una ausencia
Orlando Mora
Pocas cosas extraordinarias parecen llamadas a suceder en la
vida de Keyla, una adolescente de dieciocho años que habita en la isla de
Providencia. Lo suyo es una sucesión de recorridos rutinarios, de gestos mínimos, de pequeños actos en los
que de pronto irrumpe una circunstancia especial: la desaparición del padre.
La fotógrafa, guionista y directora caleña Viviana Gómez
Echeverry estrena comercialmente su opera prima de ficción, una película que no
se desborda y sabe conservar un tono
menor que se extiende a todos los campos de la creación: el guion, la
actuación, la puesta en escena, la música. Una obra discreta, contenida, que
despierta esperanzadoras expectativas sobre el futuro de la realizadora.
La ausencia del padre, uno de los asuntos más recurridos y
dolorosos del cine de los últimos años, consigue una versión colombiana con
rasgos propios, que empiezan por el lugar en el que transcurre la acción y las
características de las personas que allí habitan. Estamos en la costa, con el
sol y los colores de uno de los paisajes más bellos del país, con gentes poco
dadas a los excesos emotivos de la
tragedia.
Keyla está concebida deliberadamente en un tono de crónica, en cuanto relato de los
hechos que desencadena la desaparición del padre de la protagonista. En lugar
de asumir la primera persona para la narración, el guion prefiere la mirada de
la cámara como un tercero con la distancia suficiente para captar con atención,
pero sin énfasis los sucesos que se precipitan sobre la existencia de la joven,
incluida la llegada de un hermano medio del que nada conocía hasta ese momento.
La manera como Keyla vive el temor de la pérdida del padre,
que vemos en los sueños y pesadillas que la agobian,
resueltos con unas texturas fotográficas notables, y la relación con el hermano
recién llegado son los aspectos más interesantes de la historia, que tal vez
hubieran exigido un mayor desarrollo, con olvido de la subtrama que involucra a
la española madre del chico y su romance con el tío de la joven.
Las primeras películas sirven ante todo como indicios que
prefiguran lo que pueda venir en la carrera de los directores. Puesta bajo esta
perspectiva, Keyla revela a una
realizadora que le gusta caminar muy cerca de la realidad, con una preferencia
por el registro íntimo y con una cámara que quiere hacer de la precisión y la
austeridad sus virtudes cardinales.
Parecería inútil por lo evidente hablar del amor total que Viviana Gómez Echeverry siente por Providencia
y Santa Catalina; sin embargo, hay que decirlo y agradecer que tanta belleza en
la geografía no anule las preocupaciones centrales de la obra.
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