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To Leslie: El precio de una vida mejor

Orlando Mora

Entre las veintitrés categorías que premia el Oscar, en este 2023 se coló en las nominadas a mejor actuación femenina una película que carecía de cualquier otra candidatura, una auténtica rareza en medio de títulos que figuraban como seleccionadas a distintos reconocimientos. Junto a Cate Blanchett, Michelle Yeoh, Ana de Armas y Michelle Williams aparecía la inglesa Andrea Riseborough por To Leslie, filme que alcanzó a generar cierta polémica porque los grandes Estudios se quejaron de la forma como se había conquistado su postulación, con llamadas e invitaciones personales para que los académicos la vieran y apoyaran, ya que sus productores carecían de los recursos para las millonarias campañas de promoción que alimentan las candidaturas.

El estreno  en Colombia en poquísimas salas de To Leslie de Michael Morris, a veces bajo el título  de Mala suerte, buena suerte, sirve para deshacer la falsa creencia de que por nuestras pantallas pasa todo el cine norteamericano, cuando en realidad solo llegan los grandes tanques que nutren y sostienen en el mundo entero la cartelera comercial. Por fuera de esos  títulos quedan al año en los Estados Unidos cientos de películas pequeñas que no alcanzan por costos ni siquiera  su lanzamiento comercial, quedando condenadas al ostracismo y al  olvido.

To Leslie pertenece a ese grupo de trabajos independientes, tuvo un discreto estreno en  U.S.A   y solo la memorable actuación de Andrea Riseborough y su candidatura al Oscar explican que tengamos ahora  la oportunidad de verla y disfrutar de sus muchas virtudes, que no se agotan en los más que merecidos elogios que ha recibido su maravillosa actriz.

Empecemos por decir que los valores del filme no radican en la originalidad o novedad de su planteamiento temático. Poner en palabras la sinopsis de la obra engendraría el riesgo de que alguien pensara con razón que se trata de una historia  ya vista y contada, con Leslie como  una mujer que, tras ganar 190.000 dólares en una lotería y aspirar a tener “una mejor vida”, desciende al infierno del alcohol y las drogas y  tras una dolorosa  lucha alcanza la redención.

To Leslie debe toda su calidad a una puesta en escena sobria y precisa, que no cae en  distracciones ni sinuosidades  de ningún tipo. La narración avanza por corte directo de una secuencia a otra, con una cámara que  centra los encuadres en la protagonista, sin  subtramas o focos de atención marginales que desvíen la atención de lo que sucede con la mujer, presente prácticamente en la totalidad de los planos de la obra. En ese sentido puede hablarse de una linealidad que no simplifica y que se  concentra en la acción, a lo que contribuye un montaje eficiente  que respeta la causalidad de los hechos del relato.

Ahora bien, lo que  más  llama la atención son las decisiones del director acerca de qué  mostrar y qué soslayar en el recorrido vital de su personaje, algo que claramente se sitúa  más allá de la mera edición y responde, por el contrario,  a la voluntad de Michael Morris de no hacer explícitos los momentos de máxima degradación de Leslie, en un gesto de piedad que nos  hace recordar la vieja definición de Jean-Luc Godard del  travelling como una cuestión de moral  o todavía más, el luminoso texto de Jacques Rivette, cuando en el año de 1961, a propósito de un travelling de la película Kapo, hablara de abyección a propósito de su director, el italiano Gillo Pontecorvo.

Morris viene del teatro y las raíces de esa formación son plenamente reconocibles en la obra. De un lado por la centralidad y el protagonismo que ocupan los actores, responsables de conferir a To Leslie  el poder de persuasión que la distingue. Lo segundo es el cuidado en la construcción de las escenas, las que igual que en la representación teatral no se fragmentan, dejando que cada una de ellas alcance un desarrollo y una plenitud sin cortes. La preservación de su integridad dramática  vuelve excepcionales las cuatro escenas que transcurren en el bar, pasajes de verdadera maestría por la contención y la manera como el director evita la tentación del lugar común.

En alguna entrevista Michael Morris aludía al recuerdo de París, Texas de Wim Wenders como una de sus referencias a la hora de plantear la soledad y la incomunicación de Leslie y  lo que representa como constatación de un fracaso personal su relación con el hijo, asunto que el director zanja con un final acaso un tanto complaciente y que en buena parte muchos criticarán  como un happy end muy americano, aunque también apunta a esa luz de esperanza que el director quiere dejar en la vida de su protagonista, juzgada con dureza por amigos y por una sociedad que nunca entenderá el infierno de los adictos.

To Leslie es una película realista, pero no naturalista gracias a su puesta en escena, y trae de nuevo al primer plano las relaciones del cine y la realidad, un tema que nunca desaparecerá y al que la revista Cahiers du Cinema en su número 800  de julio-agosto dedica un largo espacio de reflexión. Sinceridad y un sentido de verdad campean en este primer trabajo de Michael Morris, un inglés que intenta expresar el sentimiento de una norteamérica profunda, de aquella que buscaba un director como Robert Altman.   

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