Ir al contenido principal


 

Asteroid city: Planetas en rotación

Orlando Mora

No suena desmesurado afirmar que Wes Anderson es tal vez la voz más original del actual cine norteamericano y la más fácilmente reconocible. Bastarán unos pocos  planos de cualquier escena para que un espectador enterado identifique de inmediato al director de obras como Isla de perros y El gran hotel de Budapest, sin que se requiera de un número mínimo de minutos para adentrarse en la trama. El sello de autor de Anderson tiene que ver ante todo con su particular estilo visual, caracterizado por datos como el color, sus amplios movimientos laterales de cámara  y la frontalidad de sus encuadres.

Hace algunos días se lanzó comercialmente en el país su última película, Asteroid city, estrenada mundialmente en el Festival de Cine de Cannes del pasado mes de mayo, un certamen al que ya el realizador había concurrido en ocasiones anteriores con los títulos Moonrise Kingdom y La crónica francesa, habiendo cosechado esta vez una reacción de la crítica especializada menos entusiasta o al menos dividida entre quienes la valoraron como otro gran trabajo del director y los que consideraron que se trataba de un Anderson demasiado Anderson.

Lo cierto es que Asteroid city plantea de entrada retos severos al espectador, al punto de dificultarse su apreciación sin un conocimiento previo del cine del director, bagaje casi indispensable para no  caer en el desconcierto y la perplejidad ante la propuesta que esta vez nos trae Anderson, claramente inscrita en la línea de sus obras anteriores. Si de manera  sucinta se quisiera especular acerca de las razones que han convertido su filmografía en materia de admiración, creo que ellas apuntan en la dirección de la forma libérrima en que el director enfrenta la tarea de contar sus historias, introduciendo un concepto de posmodernidad que va más allá de la modernidad que había conocido el cine a partir de experiencias como El ciudadano Kane de Orson Welles, los filmes de Roberto Rossellini a comienzos de los años cincuenta y la Nueva Ola francesa a finales de los mismos.

Si en el cine moderno desaparecían elementos como la causalidad y el sentido de plenitud en los argumentos y eran reemplazados por la fragmentación y la opacidad de las motivaciones, Anderson parece construir su cine a partir de lo lúdico y de la necesidad de entregar  al espectador un sentido del placer visual y sensorial en general. Los suyos son especies de juguetes que se arman a partir de piezas que encajan unas en otras, transitando de hechos y sentimientos simples  hacia otros más complejos, sin que al fin importe demasiado si ese fin se logra, ya que en el camino el público queda irremediablemente prendado de la belleza y el colorido de sus imágenes y de la destreza de una planificación de profunda inventiva personal.

En Asteroid city el director repite su trabajo en la escritura de la historia con su colaborador habitual Roman Coppola, hijo del celebrado autor de Apocalipsis now, y entre ambos fraguan una historia un tanto más compleja de lo habitual, dado que en lugar de la linealidad de la trama de sus obras precedentes, esta vez hay una construcción en paralelo de dos mundos diferentes que se despliegan alternadamente, pero que se encuentran imbricados y destinados a influirse uno en el otro, amplificando el marco presuntamente significativo de ambos.

De un lado asistimos en los años cincuenta a la documentación del montaje de una pieza teatral llamada Asteroid city y, filmado en blanco y negro, un universo más cerrado y en formato visual cuadrado. Asteroid city será a la vez el nombre de un pequeño pueblo en el suroeste de los Estados Unidos, con un diseño visual esquemático y que recuerda lejanamente cuadros de pintores como Edward Hopper y escritores como Sam Shepard.

El sentido de la relación de esos dos espacios interroga  de principio al espectador, que bien podrá descifrarla desde su propia perspectiva o fracasar en el intento, sin descubrir si hay en ello una significación oculta que se le escapa. A ese propósito, vale la pena recordar que en alguna entrevista el director ha hablado  sobre el sentido de sus historias y confesado que le interesa evitar que sean comprendidas de una forma demasiado literal o que se puedan reducir a una sola interpretación.  

En el pueblo de Asteroid city se cumple una reunión  de astrónomos jóvenes y cadetes oficiales especialmente brillantes, niños genios cuya esquematizada  cotidianidad se ve alterada por la aparición de un alienígeno, en cuyo diseño Wes Anderson vuelve a mostrar el gusto que siente por la animación, modalidad en el que cuenta con trabajos notables como Isla de los perros o El fantástico señor Fox, tornando evidente lo mucho que ese tipo de cine nutre y alimenta su cine de imagen real.

Al final Asteroid city como película nos deja, por lo menos en nuestro caso personal, una cierta sensación de vacío, de que más allá de valores formales y momentos de gloriosa composición queda muy poco y que campea una amenazante insustancialidad en lo que se nos propone. La tendencia a la infantilización de las historias se encuentra en las raíces del cine de Wes Anderson, la que se supera en sus mejores títulos como Los excéntricos Tenembaums en los que detrás del humor subyace un entramado de sentimientos más profundos, algo que esta vez no sucede en Asteroid city.

 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

  Ana Rosa: La mujer que no fue Orlando Mora Hace muchos años que el documental representa una parte importante del conjunto del cine mundial. Si bien durante largo tiempo permaneció en la sombra y condenado a una exhibición completamente marginal, en el presente siglo esa condición ha mejorado y hoy algunos alcanzan a llegar a salas comerciales, resultado en el que mucho han tenido tienen ver directores como Michael Moore con su popularidad y su Palma de Oro en Cannes en el 2004 por Fahrenheit 9/11 . Sin poder responder por cifras o porcentajes exactos, tengo la sensación que en el cine colombiano actual el documental ocupa en cantidad un espacio altamente significativo   y que para muchos directores jóvenes se constituye en una opción atractiva para acercarse a una realidad tan compleja como la nuestra, sumida en trances sociales,   políticos y humanos que invitan a su registro y análisis. Este año 2023 se abre en este campo con el estreno de Ana Rosa , un documental con guio
  Las bestias: El hombre en su selva Orlando Mora A pesar de los esfuerzos ingentes y plausibles que realizan los distribuidores independientes, la verdad es que la cartelera comercial de cine en el país es pobre y ofrece escasas posibilidades de mantener una actualización sobre lo que ocurre con las cinematografías nacionales en el mundo. Propicia esta reflexión el estreno nacional de la película   Las bestias que sirve para incorporar el nombre de Rodrigo Sorogoyen, uno de los directores más brillantes del actual cine español y   cuya filmografía es tan desconocida entre nosotros como la del grupo de mujeres que hoy enriquecen y brindan especial proyección al cine de su país. Solo ocasionales exhibiciones   en las salas independientes y el vicio solitario de revisar copias privadas mitigan la sensación de marginación y aislamiento. La filmografía de Sorogoyen comprende un total de cinco largometrajes y es de suponer que fue la participación de Las bestias en la sección ofic
  Anatomía de una caída: El infierno tan temido Orlando Mora Hace algo más de una semana se estrenó comercialmente en el país la película ganadora de la Palma de Oro en el festival de Cannes del año 2023. Su título original en francés, traducido esta vez de manera literal en Colombia, propone un gesto de complicidad a la cinefilia en cuanto remite a una obra del director norteamericano Otto Preminger, quien en el año de 1959 realizó Anatomía de un asesinato , filme que incontrovertiblemente ha funcionado como una de las fuentes de inspiración para el guion original de   Anatomía de un caída que firman la directora JustineTriet y Arthur Harari. La película de Preminger figura en el grupo de los títulos clásicos de un tipo de cine cuya trama se desenvuelve de manera principal en los estrados judiciales, dando cuerpo a una especie de subgénero que no alcanza a constituir propiamente un género, ya que cada director orienta   su trabajo en direcciones distintas ( ocasionalmente en re