Los días de la ballena:
La vida continúa
Orlando Mora
Escribamos por delante lo que resulta apenas un hecho: Los días de la ballena es la opera prima de la joven directora
Catalina Arroyave. La observación sirve como advertencia para colocar en perspectiva el entusiasmo que
la obra nos despierta y recordar, como alguna vez lo anotara el crítico
Hernando Valencia Goelkel, que los colombianos tenemos la luz del encendido del
fósforo y también su brevedad. Ahora el reto de la realizadora es mostrar que
los muchos aciertos de Los días de la
ballena no fueron hallazgos fortuitos y avanzar en los prometedores caminos que anuncia su
primera película.
A la hora de iniciar con los atractivos del filme, lo que más
nos seduce es el tono menor en que está realizada, un registro en voz baja que renuncia
a la tentación del énfasis o la estridencia. El espectador entiende a la perfección de qué
está hablando Los días de la ballena,
pero no existe un discurso superpuesto a lo que nos dicen las imágenes y la
banda sonora, ni se pretende alcanzar lo que pudiera llamarse una mirada crítica
frente a lo que se muestra.
Los protagonistas de la película simplemente existen, viven
en la medida que hacen cosas, sin que ellas correspondan a la realización de
ningún proyecto personal. Aquí el anuncio del No futuro que Víctor Gaviria incluyó en el título de su
primera película no existe, ya que el enfoque es otro, han pasado casi treinta años desde Rodrigo D y , a partir de la reveladora mirada propuesta
por Gaviria, se ha ido construyendo una tradición
con líneas diferentes.
Esa especie de existencialismo de los muchachos y muchachas
que pueblan Los días de la ballena se consigue gracias a uno de los mayores
aciertos de obra de Arroyave y es la construcción del guion. Desafiando la
enseñanza de los manuales en el sentido
de acentuar la sensación de comienzo y fin de la obra, el guion de la directora
echa a andar la trama en cualquier punto, como si simplemente la cámara se
hubiera encendido en un momento determinado y el cierre correspondiera a una orden de apagar.
No hay principio ni
final en la película. Acá se enseñan instantes de lo que sucede en una ciudad como Medellín,
en la que la cotidianidad de los jóvenes convive con una violencia que amenaza,
que asecha y que se puede materializar hoy o mañana, un destino de muerte que
el guion en un giro soberbio cristaliza en la suerte del perro callejero que han adoptado los dos protagonistas.
Sin acudir a trampas efectistas o sensibleras, la película
trasluce una realidad dura, desgarradora. Frente a todo lo que amenaza el simple
deseo de vivir, los grafiteros encarnan una especie de resistencia, la calle
como un derecho a pintar los muros y a perseguir los sueños de libertad que la sociedad cercena ferozmente.
Creo recordar que alguna vez Borges escribió que saber cómo
habla un personaje es conocerlo. En esa medida el guion de Los días de la ballena acierta en el cuidado con que maneja las
pocas palabras con que los muchachos se comunican, expresión justa de la
especie de cerrazón vital que habitan y de la que a lo mejor no pueden ni
quieren escapar.
Catalina Arroyave ha hecho una película generacional en
varios sentidos. No solo en cuanto son jóvenes los protagonistas, sino también
porque roza tangencialmente con los
padres de los dos protagonistas y allí se revela que no había tampoco mucho en esa generación
anterior, lo que da lugar a uno de los momentos más emotivos de la película,
cuando Cristina se sienta en el piso con su padre mientras él, ebrio, escucha Convergencia, un clásico de la música
cubana de antes.
Desconozco las influencias que a nivel de la puesta en escena
y el manejo de cámara hayan marcado la formación de Arroyave. Lícitamente se pudiera
sospechar que directores como los hermanos Dardenne rondan por allí, en
especial por el poco aire que otorga a los encuadres, con la cámara siempre pegada a los
personajes, lo que comunica intensidad y nos habla también de lo estrecho del mundo en que se mueven los personajes.
Muchos años me distancian de buena parte de la música de la película, lo
que me impide pronunciarme con mínima
suficiencia sobre sus valores. Lo que sí
alcanzo a percibir es el buen pulso con que se le utiliza, con un eficiente trabajo
de montaje que aporta a la creación del
ritmo interno y externo de la obra.
Acaban los ochenta minutos de Los días de la ballena y uno quisiera saber lo que seguirá para
Cristina, Simón y sus amigos grafiteros, así se trate tal vez de finales previsibles. Es de esperar que pronto la
hermosa figura de Laura Tobón, la actriz
protagonista, regrese a recordarnos en alguna otra historia que, más allá de riesgos y señales, la vida
continúa.
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