Mañana
a esta hora: el rumor de la vida que pasa
Orlando Mora
En Colombia el dolor y el sufrimiento se suceden generados por la violencia absurda
que estremece el día a día de la gente. El cine, arte raigalmente realista,
tiende a encontrar en esos universos sus temáticas y en buena medida las
películas nacionales privilegian historias terribles de desplazados, de víctimas, de minorías
oprimidas.
La urgencia de ese registro tiene un precio y es el olvido del
drama cotidiano de hombres y mujeres que
simplemente ejercen el oficio de vivir y que sobrellevan las penas del día a
día, en una especie de heroicidad callada que se va quedando sin voz y sin eco.
Las palabras anteriores parecen necesarias a la hora de
referirse a Mañana a esta hora, el segundo filme de la
directora colombiana Lina Rodríguez, una obra entrañable, íntima, que por
fortuna ha encontrado espacio en una cartelera comercial poca propicia para
este tipo de material.
Los antecedentes de Rodríguez con Señoritas, su opera prima, brindaban promisorias expectativas sobre
los pasos siguientes de la directora, que ahora por fortuna se confirman. Esa
música lejana que escucha el artista y que inspira su creación suena esta vez
más clara y precisa. Menos experimentación, más depuración y una evidente
ganancia en concentración y concisión.
Rodríguez vive hace muchos años en Canadá y no suena
descaminado asumir que esa distancia le ha permitido acercarse con mejor oído
al drama íntimo de una familia que
simplemente vive, con las dificultades, los encuentros y desencuentros normales
y en la que el hachazo brutal de
la muerte dejará heridas y obligará a
buscar el equilibrio indispensable para poder seguir.
Desde Señoritas era
claro que a la directora no le interesa contar historias completas, en las que
la mano arbitraria del guionista establece una causalidad que en la realidad no
existe. Rodríguez prefiere mostrar momentos y que el espectador restaure en su
mente la totalidad fáctica que la película no puede y no quiere ofrecer.
Ese efecto de un relato más amplio lo consigue Lina Rodríguez
mediante un manejo inteligente del fuera de campo visual y sonoro (algo más
está sucediendo que no vemos), una puesta en escena con actores de pocos movimientos en el interior del cuadro y
una cámara fija, salvo algún travelling ocasional, que trabaja
planos-secuencias que contienen cada uno una unidad narrativa.
Pensar que Mañana a
esta hora trata de la vida de una familia es cierto, pero de verdad
incompleta. Los planos de apertura y cierre construyen una metáfora sobre el
tiempo y acaso sobre la transitoriedad y la precariedad del discurrir humano,
en un hallazgo que nos habla de una directora de sensibilidad y talento ahora indiscutibles.
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