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Pasajes: El amor en fuga

Orlando Mora

El viernes pasado la plataforma Mubi incorporó a su programación la coproducción franco-norteamericana Pasajes de Ira Sachs, película que había tenido algunas funciones previas en salas alternativas de Medellín, siguiendo el modelo con que ahora se trabaja de lanzar inicialmente en pocos teatros para que quede registrado el estreno y luego llegar a la plataforma de suscriptores.

No tengo claro cuántos de los ochos filmes de Sachs se hayan visto en Colombia. Su primer título data de 1997 y desde el comienzo su cine ha gozado con justa razón del aprecio de los festivales, habiendo alcanzado incluso la competencia oficial de Cannes en el 2019 con Frankie, una obra hermosa sobre las erosiones y fracasos que con el tiempo vamos acumulando.

Conozco solo la mitad de los filmes que ha realizado el norteamericano, pero en todos ellos encuentro cosas que emocionan y que confirman la línea por la que transita este director, interesado  en contar historias de hondo calado humano, logrando un ajustado equilibrio entre  situaciones y  personajes merced a guiones que revelan un paciente y esmerado trabajo de preparación, varios de ellos con la participación del brasilero Mauricio Zacharias.

Pasajes se estrenó en este 2023 en el festival de Sundance  y luce acertado considerarlo un paso adelante en una carrera artística que progresa sin estridencias ni fuegos artificiales. Por el contrario, Sachs avanza hacia una esencialidad y una desnudez en los hechos que narra, centrando esta vez el drama en solo tres protagonistas y abandonando  la cierta coralidad de algunas de sus obras anteriores.

En El juego del matrimonio del 2007 se traslucía la deuda del norteamericano con Woody Allen, en cuanto su acercamiento  a las dudas, vacilaciones y mentiras del amor en pareja estaba muy cerca de lo que ya nos había mostrado el autor de  Annie Hall en varias de sus comedias, tocadas por instantes por giros dramáticos.

El juego del matrimonio luce en ese sentido como una buena vía de aproximación al cine de Ira Sachs, en cuanto pone en claro que el mundo que interesa al director  es el del amor y el de las relaciones sentimentales con sus sinuosidades y desvíos, decantándose en oportunidades por el amor gay, tal como aparece en Pasajes y estaba en su trabajo  El amor es extraño del 2014.

Pasajes trata de un triángulo amoroso en el que una mujer irrumpe y viene a perturbar  el estar tranquilo de una pareja que vive y trabaja en Francia, integrada por Tomas, un director de cine y Martín, un artista  gráfico. La aparición accidental de Agathe  en el último día de un rodaje precipita en Tomas la curiosidad de sentirse atraído por una mujer y  muy abruptamente se enreda en la experiencia de un amor heterosexual en paralelo. La película que Tomas termina en ese momento se llama también Pasajes y parece como si Sachs  quisiera contrastar la seguridad del personaje en la ficción con las incertidumbres en las que pronto lo miraremos caer.

La obra, de una puesta en escena precisa y funcional, está construida en tres movimientos, a la manera de una pieza musical. En el primero asistimos a la intensidad con que el director de cine vive su nueva relación con Agathe; en el segundo vemos cómo lentamente aparece en Tomas el sentimiento de vacío que le deja el abandono de su pareja de años, y en el tercero sabremos del intento frustrado de encontrar acomodo en un triángulo que termina fracturado en todos sus ángulos.

El cine de Ira Sachs resulta inconcebible por fuera del papel  que otorga a sus actores. Sin ellos sería imposible la sutileza de las pequeñas variaciones emocionales que el director muestra y que en Pasajes se logra gracias a la presencia de Franz Rogowski, tal vez el actor alemán más potente de la actualidad, del británico Ben Whishaw en su caracterización del frágil Martin,  y de una extraordinaria Adele Exarchopoulos, capaz de resistir la fijeza de  la cámara y alcanzar una   expresividad plena a partir de mínimos gestos. 

El amor es siempre vulnerable y quebradizo, más allá del tipo de amor de que se trate, y en el terreno movedizo e incierto  de los sentimientos asechan las tentaciones, las traiciones y los fracasos. De eso nos habla Ira Sachs en sus películas, que tienen a propósito bellísimos finales en los que se filtra siempre una  luz de esperanza que invita a seguir y que nos hace recordar los versos que escribiera Roberto Luis Stevenson: “¿Qué es la vida?: en un páramo inhóspito/ ver al amor llegar, ver al amor marcharse”.    

    

 

 

 


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