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En la penumbra: La venganza como destino

Orlando Mora

Si se revisa la filmografía del director alemán Fatih Akin se verá que toda ella aparece atravesada por la circunstancia biográfica de su origen turco. A partir de esa condición se interesa por historias y  escribe guiones que dirige con pulso firme. La lucidez de Akin es la propia de alguien que pertenece a dos mundos y sabe reconocer sus sonidos.
Acaba de estrenarse en Colombia En la penumbra, una película que llega precedida por dos premios importantes como el de Mejor Actriz para Diane Kruger en el Festival de Cine de Cannes del 2017 y el Globo de Oro de este año a Mejor Película extranjera, ambos reconocimientos irreprochables, en especial el de la actriz que borda una interpretación de una fuerza y una intensidad poco frecuentes.
La nueva obra de Fatih Akin se inspira en un hecho real conocido por el director, concretamente el asesinato en Alemania de unas personas de origen turco por grupos neonazis. En esa medida la actualidad de la historia no puede ser mayor y explica en buena medida la pasión que ha puesto el director en su realización y el impacto final que deja en el espectador.
Sin abundar en detalles de la historia para no afectar la experiencia del lector, digamos que Akin ha divido el argumento en tres capítulos: Familia, Justicia y El mar, otorgando a cada uno de ellos  un ambiente físico diferente. De esa manera el realizador marca la progresión temporal y define también el clima emocional que quiere conferir a los tres segmentos, apoyado en una espléndida  fotografía que firma Rainer Klausmann.
A pesar del alto nivel de toda la obra, hay que decir que el primer capítulo es el que mejor nos muestra las dotes de Akin como director, y que de alguna forma los dos capítulos siguientes no alcanzan el rigor narrativo y dramático del inicial. El segundo capítulo se aplica a la reconstrucción puntillosa del juicio a los dos inculpados alemanes, con  excesos en las posiciones o en la velocidad de la cámara que buscan manipular la atención y la tensión del espectador.
En cuanto al tercer capítulo, los reparos tienen que ver con el salto  súbito que se introduce en el guion, que nos coloca frente a un personaje  diferente al que hemos conocido a lo largo de los dos primeros apartados. La Katja que vemos en ese segmento en el papel de mujer vengadora pertenece a otra película y hubiera requerido de un tratamiento y de una preparación diferente para que esa transformación psicológica  no se tornara forzada y gratuita, tal como acá sucede.
Lo curioso es que las fisuras del guion en ese capítulo se comunican a la realización, que pierde en densidad y concentración, con momentos inverosímiles como el de Katja mientras prepara una bomba, que fracturan el tono general de la obra y desembocan en un final impactante, pero caprichoso. En el personaje de la mujer, ha declarado el director, “están mis propios miedos y mi propia ira”;  tal vez allí se encuentre la raíz de un desenlace discutible desde el punto de vista moral y fallido desde lo cinematográfico.
  

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