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Anatomía de una caída: El infierno tan temido

Orlando Mora

Hace algo más de una semana se estrenó comercialmente en el país la película ganadora de la Palma de Oro en el festival de Cannes del año 2023. Su título original en francés, traducido esta vez de manera literal en Colombia, propone un gesto de complicidad a la cinefilia en cuanto remite a una obra del director norteamericano Otto Preminger, quien en el año de 1959 realizó Anatomía de un asesinato, filme que incontrovertiblemente ha funcionado como una de las fuentes de inspiración para el guion original de  Anatomía de un caída que firman la directora JustineTriet y Arthur Harari.

La película de Preminger figura en el grupo de los títulos clásicos de un tipo de cine cuya trama se desenvuelve de manera principal en los estrados judiciales, dando cuerpo a una especie de subgénero que no alcanza a constituir propiamente un género, ya que cada director orienta  su trabajo en direcciones distintas ( ocasionalmente en registro de comedia, con mayor frecuencia como drama y a veces como melodrama), y persigue diferentes propósitos ( poner en duda la imparcialidad de la Justicia, subrayar la imposibilidad de llegar a una certeza absoluta sobre los hechos, denunciar formas de fanatismos o corrupción, etc).

No luce descaminado afirmar que median vasos comunicantes  entre la obra inspiradora del norteamericano y la película francesa de Justine Triet, que empiezan por el tiempo de su duración  de ciento cincuenta minutos y se prolongan en la estructura del guion, con una parte primera que se sucede antes de que la acción se desplace a la sala de audiencias, y un final que no se cierra en la promulgación del veredicto de los jueces, sino que se prolonga con  escenas  que deparan al espectador otras resonancias emocionales.

Tratándose de una obra de admirable solvencia, tal vez convenga iniciar por destacar la factura de un guion de habilidad y consistencia notables, capaz de construir una línea argumental que parte de una situación básica y a la que se van agregando datos y circunstancias, cada uno de ellos con la virtualidad de enriquecer y potenciar la lectura de la obra, al punto de que alguien pudiera válidamente preguntarse  por el sentido último de Anatomía de una caída.

La diversidad de interpretaciones posibles de una buena obra cinematográfica se incrementa en este caso por el carácter de los protagonistas de la historia, un hombre y una mujer casados, ambos escritores y que con su hijo de once años y su perro se han retirado a vivir en un chalet en los Alpes Franceses, cercano de Grenoble, la tierra original del esposo. Detalles de los personajes y de lo que ha acontecido en el pasado ocuparán luego un espacio dramático exacto en el desarrollo del juicio que se cumple en la sala de audiencias.

Justine Triet adopta  para su película la perspectiva usual en este tipo de cine, manteniendo el suspenso hasta el final y evitando revelar o anticipar el desenlace  que tendrá el fallo del jurado. Igualmente la francesa insiste en la ferocidad de la lucha que libran la Fiscalía que acusa y el abogado defensor, combate salvaje en el que quedan dolorosamente expuestas la intimidad y las fragilidades de los personajes.

La tensión que se concentra  en la película no depende exclusivamente del orden y la cantidad de información que suministra el guion al espectador, sino también de la manera como la cámara capta los dos espacios en los que se desenvuelve  la acción, el chalet familiar y la sala de audiencias, filmándolos con encuadres y con movimientos que acrecen el suspenso y la sensación de que algo va a suceder. La escena en que el hijo invidente se acerca a la ventana de donde cayó su padre es un buen ejemplo  de ese manejo y  da perfecta cuenta de la suficiencia profesional y la madurez en el oficio que hoy revela la directora francesa.

En medio de un trabajo de actuación  sin reparos, con interpretaciones notables como las de los actores que encarnan al niño y al fiscal, la alemana Sandra Hüller brinda como protagonista una verdadera lección de actuación, con una amplitud en el registro que cubre momentos emocionales muy diferentes, alcanzando una expresión propia  para cada uno de ellos, con una sobriedad y una precisión extraordinarias.

Anatomía de una caída es una obra sólida, potente y en el fondo profundamente triste. Ella nos recuerda con desoladora sutileza que la cultura y la ilustración no alcanzan para evitar el infierno en que puede convertirse el amor cuando las inclemencias del tiempo y la vida lo han erosionado. Solo queda el regreso a la intimidad que ha sobrevivido al naufragio y a la fidelidad callada del afectuoso perro familiar.

 


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