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La habitación de al lado: Cuando cierres la puerta por última vez

Orlando Mora

Ganadora hace escasos dos meses del León de Oro de La Muestra  de  Venecia, uno de los reconocimientos más altos a que pueda aspirar una película de calidad, La habitación de al lado de Pedro Almodóvar acumula tres semanas en cartelera con un lánguido desempeño, como si este tipo de cine que se ocupa de temas trascendentes y con una propuesta estética clásica hoy poco interesara. Mientras La sustancia de la francesa Coralie Fargeat,  con un planteamiento de base a la moda  y una ejecución de filme de serie B, resiste  semanas  en exhibición, el hermosos filme del español poco convoca y solo se mantiene por la tozudez de dos o tres salas especializadas en lo que se denominó en una época  Cine-arte.

A pesar de tratarse de una obra en nada ajena a la más  pura  esencia del director manchego, La habitación de al lado es su primer largometraje rodado totalmente en inglés, una posibilidad que se le venía insinuando  desde hace más de treinta  años y a la que finalmente accedió, luego de la experiencia de dos cortos en ese idioma, La Voz humana y Extraña forma de vida, aunque ha sido enfático el español en que no se convertirá en otro expatriado del cine.

Si bien el guion de la obra es de su autoría, esta vez Almodóvar parte de la novela ¿Cuál es tu tormento? de la norteamericana Sigrid Nunez. Repetir otra vez que una película debe juzgarse en su individualidad y con prescindencia del texto literario en que se apoya sería una banalidad, en especial si se aspira  a un ejercicio crítico serio. En esa medida empiezo por confesar que lamento como pocas veces no conocer la obra original en que se apoya La habitación de al lado, dado que por momentos ese conocimiento parece indispensable para enriquecer la mirada y calibrar si asuntos que aparecen en la película son invención del español o proceden de la novela.

Una primera cosa que llama la atención es cómo a partir de un relato novelado el guion adquiere una clara estructura teatral, con una acción que se despliega centralmente a través de los diálogos (salvo lo que vemos en unos flash-back desmañados, quizás el gran lunar de la película), y con el aporte de los actores, en particular dos actrices inspiradas como Tilda Swinton y Julianne Moore en un desempeño majestuoso y de veras inolvidable.

El encuentro de las dos protagonistas se plantea como una revisión al pasado a partir de un presente trágico, cuando una de ellas sufre el embate de un cáncer terminal. Ambas trabajaron juntas como periodistas, pero luego de una amistad que se supone entrañable, tomaron caminos separados, Ingrid como novelista y Martha como corresponsal de guerra.

Esos dos oficios juegan como definitivos en la configuración expresiva del filme, dado que la escritora triunfa ahora con una novela en que se acerca al tema de la muerte para entenderla y aceptarla, mientras Martha, que tantas veces en razón de su oficio se cruzó con el riesgo de la muerte, ahora debe enfrentar la inminencia de la propia. “No pienso marcharme sufriendo una agonía humillante”, dice, colocando en palabras el núcleo indiscutible de la película.

Ingrid asiste como una amiga inteligente y atenta que escucha a Martha, una mujer colocada por el destino en la más extrema de las experiencias que un ser humano pueda sufrir y es decidir sobre cómo afrontar el paso del ser al dejar de ser, en una decisión que por momentos tambalea ante el milagro y la fuerza de la vida, que ella todavía siente crepuscularmente cuando mira un paisaje o riega unas flores.

A más del tema de la muerte La habitación de al lado otorga un espacio central a la difícil relación de Martha con su hija Michelle, un asunto que la acosa  como su gran frustración, y que argumentalmente sostiene la evolución y el cierre de la película. La aparición de la hija detrás de la vidriera, casi como un fantasma de la madre, abre los interrogantes sin respuesta en que siempre nos coloca la muerte, con vacíos y culpas que ya no podremos resolver.

Pedro Almodóvar, un director afecto al exceso y al melodrama, realiza a sus setenta y cinco años una obra contenida, de una plenitud y una serenidad conmovedoras y que sin poseer propiamente un carácter testamentario, trasluce la sabiduría que le han dejado la vida y la cultura largamente bebidas en libros y películas.

La habitación  de al lado habla  de la muerte y en esa medida, de la vida. Al final  la nieve caerá sobre vivos y muertos, como se lee en la última línea de Los muertos, el magistral relato de Dublineses de James Joyce, citado aquí como epílogo en una escena de cierre que estremece y nos recuerda que el cine continúa siendo un arte mayor.

 

 

  


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