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El agente topo: Una pequeña joya en Netflix
Orlando Mora  

 

En razón de las tareas que ejecutaba como programador del Festival de Cine
de Cartagena estuve cerca de los inicios en el documental de la chilena Maite
Alberdi. En El salvavidas, su primer largometraje, ya se percibía la voluntad
de hacer de la paciencia el recurso necesario para captar la realidad en el
momento en que los hechos cobraran pleno sentido. Más que partir de ideas
a priori, lo suyo estaba en esperar a que sucediera algo, quizás no se sabía
exactamente qué, pero que terminaría por acontecer y allí estaría ella con la
cámara para capturarlo.
En los escasos tres años que pasan entre El salvavidas y La once en el 2014 se
observa un salto cualitativo que da cuenta de una directora con maneras
propias a la hora de acercarse a los temas que quiere tratar. De ellas valdría
la pena destacar su interés en situaciones de grupo, en colectivos, pero no
para indagar en razones o causalidades ni ocuparse de ellos desde el punto
social o antropológico. La directora chilena avanza en busca de lo individual,
de lo particular, más atenta a los rasgos personales de cada uno de sus
protagonistas.
Esa condición aparta el trabajo de Alberdi de lo que pudiéramos llamar la
principal tradición del documental latinoamericano, centrada bajo claros
signos de urgencia en los problemas sociales y políticos de la región. La
directora fija su observación en una playa, en un grupo de amigas que llevan
sesenta años tomando onces una vez al mes, en un colegio de jóvenes con
síndrome de Down o en un hogar de ancianos en el caso de El agente topo.
La gran novedad de este último trabajo es el procedimiento narrativo
utilizado por la directora, extraño por principio al cine documental y que le
confiere de entrada un tono amable y distendido, muy cercano por
momentos a la comedia, tal como se siente en las primeras escenas de la
película. En ellas se perfilan el dispositivo y la mecánica del relato, tomados
en préstamo de un género tan popular y conocido como la Serie Negra.
En el género de películas de detectives la secuencia de apertura suele ser el
encargo que alguien hace al agente para que adelante una investigación. Esa
parte del esquema se repite en este caso, solo que aplicado a una
investigación de poca monta y que el azar puso en el camino de la directora,
que declara en una entrevista que andaba explorando el tema de las agencias
privadas de investigación en Santiago. Acá no se indagará por ningún crimen
y simplemente se trata de una hija que quiere saber del trato y las
condiciones que se brindan en el ancianato en donde se encuentra internada
su madre.
La puesta en escena de ese inició da para dudar de si asistiremos a un
verdadero documental, los encuadres y la ambientación pertenecen
efectivamente a los de la Serie Negra, o si se trata de un truco de la guionista
para prestar apariencia de realidad a un relato imaginario. El resultado es un
documental al que de manera habilidosa se le ha dado forma de cine de
detectives, en unas condiciones que como anotábamos antes aproxima su
registro a la comedia, en una experiencia extraña porque suele haber poca
risa en la mayor parte del cine documental.
Sergio, el investigador contratado, es una persona de 84 años que entra a la
casa de ancianos San Francisco en Santiago para observar y reportar; un
agente topo como le dice Rómulo, el detective que asigna el encargo. Sergio
mira, toma notas y la cámara lo sigue, integrándolo como una más de las
personas que residen en el ancianato. En esa medida El agente topo es un
documental sobre una casa de ancianos y sobre la forma como se vive en
esos lugares, cada vez más numerosos en todas las ciudades. Un retrato de lo
que acontece con la vida en los instantes en que llega el ocaso y en los que, a
pesar del avance del deterioro físico y mental, se dan asomos e intentos de
alegría, los que revisten un cierto tono dramático y necesariamente triste.
Lo que vemos en El agente topo es el resumen de lo que la cámara registró
durante los tres meses en que la directora y su reducido equipo
permanecieron en la casa San Francisco, sin que los ancianos supieran de la
convivencia con un investigador infiltrado. Al comienzo Sergio es tan extraño
como la cámara que lo sigue, pero él es también mayor y poco a poco se va
incorporando de forma natural a la vida de los otros ancianos, que lo acogen
como a uno más de ellos.
Al final el encargo termina, Sergio sale de la casa y comunica la gran
conclusión de su investigación: el problema de esos ancianos no es el lugar,
es la soledad que los cerca y los habita. Pasada cierta edad los años
atropellan, acaban por arruinar la autovalencia y convierten a los mayores en
una población marginal, recluidos en estos lugares sin otro horizonte que
esperar a que la muerte acabe la tarea de desaparición a que condena la
edad. No obstante la dureza de esa realidad, la forma adoptada por Maite
Alberdi torna El agente topo en una película que deja un buen sabor, sin
cargar las tintas en los aspectos más oscuros de la situación, lo que en buena
parte logra gracias a la estación en que decidió rodar y a los planos de la
naturaleza que se toman en el jardín y que operan como transiciones para
ritmar el relato y evitar un predominio de lo sombrío.
Tal vez las cosas más interesantes de lo que acontece hoy en el cine pasan
en el documental. Hay un sentido de búsqueda que enriquece a cada paso la
experiencia del espectador y pienso que en esa línea se ubica El agente topo,
una película que normalmente no pudiéramos conocer y que ahora, gracias a
la multiplicación del streaming, conseguimos disfrutar. En mi caso personal
debo confesar que una vez resignado a que los tiempos de ver el cine en
salas es asunto del pasado, crece el entusiasmo ante la posibilidad de tener
acceso a películas que sin esas plataformas nos serían totalmente
inalcanzables.

Comentarios

  1. Lúcida mirada sobre una película que conmueve, que a veces duele y a veces despierta una sonrisa. La ancianidad es ese túnel hacia el que caminamos, casi ciegos e incapaces de rescatar el tiempo perdido.

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