Beginning: Una mujer en la sombra
Orlando Mora
La película Beginning de
la república de Georgia figuraba en la selección oficial del festival de Cannes
2020, cancelado en su momento por culpa de la pandemia del COVID-19. Los
posibles triunfos a los que quizás estaba destinada se materializaron y
multiplicaron en el festival de San Sebastián en septiembre, en donde acaparó
los cuatro premios de mayor aprecio: mejor película, mejor dirección, mejor
guion y mejor actriz. Por fortuna la obra ha sido adquirida por Mubi, tal vez
la plataforma de streaming que mejor cuida su cartelera, y se encuentra
disponible por unos días desde el pasado viernes 29 de enero. Si algún pesar
hubiera que manifestar es saber que ya la película no se verá en pantalla
grande en salas comerciales, una lástima dado el extraordinario trabajo de
imagen en que se apoya.
Beginning es la opera
prima de Dea Kulumbegashvili, luego de dos cortos estrenados ambos en Cannes y
que habían despertado grandes expectativas frente al trabajo futuro de la
directora. Su primera aparición en el largometraje es notable y torna lógico el
entusiasmo con que el director italiano Luca Guadagnino, presidente del jurado
en San Sebastián, lo ha celebrado en distintas oportunidades.
De los reconocimientos obtenidos
en el festival español el único que luce tal vez fuera de lugar es de guion por
una razón simple: Beginning no es una película de guion, como tampoco lo
es de montaje. El resultado final da para sospechar de un guion con pocas
páginas, en el que las situaciones estarían apenas bosquejadas, con escasos
diálogos y sin propósito narrativo alguno.
Kulumbegashvili no es una
realizadora que crea en las palabras. Su cine está totalmente confiado al poder
de la imagen, a su capacidad de sugestión, sin que la cámara se conciba como un
instrumento destinado a registrar la realidad; se diría mejor que su función es
la de tratar de desentrañarla y rescatarla del falso universo de las
apariencias. Las personas y las cosas no se conocen con simplemente mirarlas,
hay que detenerse en ellas con pausa extrema para llegar a un nivel al que solo
la cámara puede aspirar.
Eso explica la propuesta visual
de la directora, con base en planos estáticos de larga duración, con ligeros y
muy escasos movimientos de cámara destinados a modificar el encuadre y dar
nuevo significado al espacio. Campea una morosidad que proviene de la necesidad
de ir más allá de una primera mirada y permite que el tiempo contribuya a columbrar
verdades que están al otro lado del espejo.
Hay intimidad y sinceridad en la
película de la georgiana. En su haber figura en primer término el acierto de
partir del mundo físico y social que la directora vivió de joven, lo que brinda
autenticidad a cada una de sus locaciones. Conoce bien el universo físico y
también las mujeres que lo habitan y por eso consigue bordar uno de los
personajes femeninos más perturbadores del cine de los últimos años.
Casada con un predicador de los testigos
de Jehová y madre de un niño, Jana es todo en Beginning. Los demás seres
que cruzan por la pantalla entran siempre en función de ella y solo en cuanto
se relacionan con ella, sin que casi nada sepamos de ellos ni nos importe
saberlo. Kulumbgashvili proporciona mínimas referencias de contexto de su
protagonista y lo demás es dejar que el destino de la protagonista avance con
el capricho de las sinuosidades de un río.
Al comienzo de la película y
luego del atentado contra el edificio en que predica el marido, Jana tiene con
él una conversación clave en cuanto proporciona el único punto de apoyo para
que el espectador entienda las aguas por las que navega el personaje. “Algo
está mal en mí”, “no puedo seguir así”, le dice. Lo que veremos a partir de entonces
escapa a todo lo que pudiera esperarse en una obra convencional.
La búsqueda interior de la mujer
carece de progresión causal. Algo se fragua en su interior que la película se
resiste a explicar, tal vez porque acaso ni la misma directora lo conozca.
Movimientos oscuros de deseo y culpa, de fatiga y desgaste interior, pérdida de
fe, en fin, cosas no reveladas que se oscurecen aún más con su feroz e inesperado
final, plagado de interrogantes no resueltos.
Dos horas en la búsqueda de una
mujer que permanece para nosotros en la sombra. Un retrato de líneas brumosas:
Jana hace cosas, camina, contempla al hijo, se tiende en el bosque y sin
embargo, muy poco sabremos de ella. Con apoyo en el trabajo de su
extraordinaria actriz, Dea Kulumbegashvili deja ver la fallida exploración en
las profundidades de un ser humano, en una obra que por estructura y espíritu
nos ha hecho recordar Vivir su vida de Jean-Luc Godard y lo que dice uno
de sus personajes: “La gallina es un animal que se compone del exterior y del
interior. Si se quita el exterior queda el interior, si se quita el interior
queda el alma”. Godard contó lo que
buscaba: “En Vivir su vida he intentado filmar una mente en acción, el
interior de alguien visto desde afuera”. Creo que la directora suscribiría esa
declaración.
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