Un momento de amor:
La pasión según Gabrielle
Orlando Mora
Con desgano evidente se estrenó en Medellín la película
francesa Un momento de amor de Nicole
Garcia. Una sola sala en la ciudad y
horarios limitados ciertos días, lo que da cuenta de la escasa fe que se
tiene en sus posibilidades comerciales, a pesar de un antecedente llamativo
como su selección para la competencia por la Palma de Oro en el festival de
Cannes del 2016.
Nicole Garcia es una figura respetable de la cinematografía
de su país. Actriz de teatro y cine desde finales de los años sesenta, en 1986
inició su carrera como directora, en un ejercicio de vocación compartida en el
que poco a poco y a medida que pasan los años va ganando terreno su interés en
la dirección.
Hasta donde logro recordar ahora su filmografía, Un momento de amor es tal vez su filme más ambicioso por el retrato impulsivo,
intenso que ha querido dar de la protagonista, una mujer que desde su juventud
revela un malestar vital, un desacomodo con sus circunstancias sociales, con
raíces quizá en la fuerza de una pasión inaceptable para el ambiente campesino
en que se mueve y los años cincuenta en que transcurre la acción.
El título original de la obra nos ofrece una pista acerca de
la órbita en que pretende moverse la directora. Le mal de pierres (cálculos
renales) de que padece Gabrielle tiene un carácter más simbólico que real y
apunta al desajuste de ella con el estrecho marco existencial en que está condenada a moverse.
En ese sentido posee plena lógica que cuando es internada
para un tratamiento curativo de su enfermedad, en el sanatorio encuentre un
camino que le devuelve su plenitud como mujer y ante ese hallazgo ella decida sacrificarlo todo,
aunque luego la directora, demasiado inteligente para jugarse en una solución
mistificadora, ensaye una vuelta de tuerca para proponer una relectura de todo
el relato.
El problema es que el salto de esa relectura tiene un apoyo
exclusivo en el guion, sin que los detalles de la puesta en escena hayan ido
tejiendo la indispensable red de protección
para precaver el riesgo de la
arbitrariedad, algo que finalmente no consigue.
Una actriz que dirige será siempre garantía y los ojos y el
cuerpo de Marion Cotillard nos empujan esta vez al borde de los mejores sueños.
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