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Un varón: La vida como un túnel

Orlando Mora

Un varón tuvo su estreno mundial en la Quincena de Realizadores en el Festival de Cannes del 2022, luego del cual sus productores decidieron seguir una de las líneas más aconsejadas y recurridas en estos casos, que consiste en proyectar un largo recorrido festivalero, procurando crear un entorno favorable a su estreno comercial, el que por fin  se ha efectuado en este mes de abril.

Sin conocer los cortometrajes del director Fabián Hernández  resulta imposible medir cuánto del mundo que recoge su opera prima  se anticipaba en esos primeros ejercicios y saber si las muy buenas maneras de director que deja ver Un varón se aprendieron en esos escarceos. Lo único claro es que estamos en presencia de una obra que  puede calificarse sin vacilaciones de sorprendente y que mucho aporta al buen presente  del cine nacional.

En orden a perfilar un poco las características del filme del colombiano, quizás convenga empezar por destacar que no se trata de un trabajo que pivote sobre un guion de estructura férrea, al contrario de lo que acontece con películas que son memorables por la forma como se articulan los hechos en una relación de causalidad y progresividad. Acá se parte de unas situaciones básicas y sobre ellas se propone una discreta evolución de la trama que involucra al protagonista, al punto que todas  las virtudes a ponderar en esta obra corresponden a la coherencia y precisión  de una puesta en escena que no desfallece a lo largo de los setenta y cinco minutos de su muy corta duración. Los emplazamientos y movimientos de la cámara y el manejo del espacio dentro del cuadro son muy exactos, puestos al servicio exclusivamente de otorgar  sentido a los pequeños cambios que va experimentando el personaje principal.

Un varón tiene un inicio propio de cine documental. Tres de las personas que aparecerán más adelante le hablan directamente al espectador, dando cuenta de lo que piensan y sienten sobre la condiciones del mundo marginal en que se mueven ellos y se moverá el protagonista. El enfoque frontal con que se toman las declaraciones busca que la atención se fije exclusivamente  en lo que ellos dicen, sin distractores visuales de ningún tipo.

Esa apertura representa una declaración de intenciones en cuanto a la voluntad decidida de la película de girar en una órbita realista, ofreciendo a la par una información verbal que permite abreviar el tiempo cinematográfico del relato, ya que lo que acontece con Carlos, el protagonista, se despliega en un ambiente que otros han caracterizado y definido como extremadamente violento y en el que es necesario dar muestras constantes de dureza y fortaleza para evitar convertirse en presa fácil al alcance  de otros.  

Gracias a esa aceleración dramática se crea el contexto para llegar de una vez al núcleo de la película, constituido por la evolución de lo que sucede con el protagonista, inmerso en ese universo terrible del que ya se ha  dado cuenta antes, con lo cual el director consigue no caer en el lugar común de ocuparse de la visualización de los vandalismos, agresiones   y tropelías  propios de ese mundo, presentados y representados tantísimas veces en el cine. 

Desentendido de la necesidad de ofrecer imágenes explicativas acerca del medio social en que transcurre la acción, Fabián Hernández dirige su atención hacia  lo que claramente más le interesa y que es la concepción del personaje principal. La mayor originalidad de Un varón se centra en el dibujo muy particular que el director traza de Carlos, el protagonista. En lugar de pensar en un joven cualquiera que logra una madurez prematura en contacto con un ambiente de violencia, marginalidad y exclusión, Hernández  nos habla de un muchacho frágil que carece de raíces, un huérfano en el sentido más amplio  del término y que anda todavía en búsqueda de su identidad de género, con lo cual su relación con un medio tan feroz y hostil cobra un significado especial.

La ambigüedad del protagonista en ese aspecto es clave y tiene el momento de mejor y más depurada expresión cinematográfica cuando revisa, en el cuartucho de su hermana,  algunos de los objetos que pertenecen a Nicole, toma el pintalabios y en lugar de aplicárselo, los delinea en el espejo, en el que vemos entonces no la imagen de lo que es Carlos, sino de lo que tal vez quisiera ser.

El desenlace de lo que ocurre con el personaje está marcado por la inevitabilidad de un destino que Víctor Gaviria, referente obligado de este tipo de cine, compendió en el título de su película  como Rodrigo D No futuro. Esta vez diríamos Carlos D No futuro, con unas escenas finales de una soledad y un desamparo que arrugan y paralizan el alma. Las lágrimas de impotencia de Carlos, en un filme de ejemplar contención en lo sentimental, certifican que ese ser humano que clama por una madre y una familia está irreversiblemente solo, que nadie vendrá en su ayuda y que no existe luz alguna de esperanza en ese oscuro túnel por el que ahora transita.

 

 

 

 

 


Comentarios

  1. Me alegra saber de películas colombianas que le apuestan a salir de lo convencional en narrativas arriesgadas que incomodan y también asombran. A la primera oportunidad, veré El varón con el estímulo de está reseña.

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