Decisión de partir: Los tortuosos caminos del amor
Orlando Mora
Si hubiera que preguntarse
por algún fenómeno a destacar en el cine en las primeras dos
décadas del nuevo siglo tal vez la respuesta pudiera andar por el lado del coreano,
merecedor en estos años de notables
reconocimientos en los principales festivales de cine del mundo. A partir de los aportes de una figura
iniciática como Kim Ki-duk, Corea del Sur ha enriquecido el paisaje de la
cinematografía en estos lustros con creadores como Bon Joon-Ho, Hong Sang- Soo,
Lee Chang-dong y Park Chan-Wook, el director de Decisión de partir, película por fortuna todavía en cartelera.
Park-Chan Wook se ha hecho
reconocible por la violencia radical de
sus obras, visible en especial a partir de Old
boy en el 2003 y los dos títulos que lo siguieron. Respecto de esos
trabajos anteriores, lo primero a subrayar en Decisión de partir es el cambio de registro a una obra sosegada y
sutil, que de entrada apela a la inteligencia del espectador y le demanda una
atención sin desmayos para mensurar los
cambios que se producen más allá de las apariencias.
No conozco las influencias
conscientes que el director admita, pero es evidente su gusto por el cine de
géneros, los que toma como referentes iniciales para luego irlos modificando y retorciendo
hasta llegar a resultados que fascinan
por su originalidad. En el caso de Decisión
de partir estamos en presencia de un filme que combina lo policíaco por el
oficio de su protagonista y el drama amoroso por la orientación que desde el
principio toma la investigación de la
muerte de un escalador de montañas, en lo que pudo ser un accidente o un crimen,
y en la que la principal sospechosa es la esposa del fallecido, Song Seo Rae,
por la que el detective Hae-Joon experimenta desde el inicio una especial
atracción.
La historia está dividida en dos
segmentos. El primero corresponde a las pesquisas sobre la muerte del escalador
y se cumple en la ciudad de Busan; la segunda se desarrolla en Lipo treces meses más tarde, cuando Song Seo
Rae reaparece en la vida del policía con un nuevo esposo, el cual más adelante
será asesinado, con lo que se abre una segunda investigación con los mismos
protagonistas y en la que pesa como un fantasma el recuerdo de lo que ocurrido
en Busan y la manera como terminaron las cosas con la exculpación de la mujer.
Anticipar estos trazos del
argumento en nada malogra la experiencia del público, ya que ellos son solo la epidermis de lo que sucede y lo que en
definitiva interesa corre a un nivel más
profundo, poco visible y al que se llega gracias a la maestría de Park Chan-Wook, quien dosifica
la información y la organiza con una estructura y una progresión ejemplares, en
un brillante ejercicio creativo que justifica a
cabalidad el premio a Mejor Director que se le otorgó en el festival de Cine de Cannes
del 2022.
Uno de los primeros hallazgos del
guion es la concepción de los dos protagonistas y la asimetría en que se desenvuelven.
Del policía sabemos muchas cosas desde su obsesión por la resolución de los
casos de que se ocupa hasta la muy buena relación matrimonial sostenida con la
esposa a lo largo de más de dieciséis años, hechos que perfilan con precisión a
Jae- Hoon y permiten calibrar lo que para él significará el abismo a que lo
lanza su apasionamiento por Seo Rae.
Si en el detective hay claridad,
en la mujer todo es sombra, empezando por su condición de inmigrante ilegal en
Corea y la supuesta dificultad para expresarse a satisfacción en coreano, lo
que conduce a que en los momentos críticos ella se refugie en el mandarino y
cree esa primera barrera de acceso a su intimidad, oscuridad que refuerza el eficaz trabajo actoral de Tang Wei, al
lograr mantener el personaje alejado de nosotros y en medio de una opacidad
que solo se aclarará en su sorpresivo y enloquecido desenlace.
Park Chan-Wook construye un
thriller en cuya superficie se investiga la presunta culpabilidad de una mujer
en la muerte de sus dos maridos. Pero a esa línea de suspenso el director le introduce
una manipulación profunda al contaminarla con el afecto en ascenso que el
policía siente por Seo Rae, lo que torna nebulosa la evolución de la trama y de las pesquisas que
adelanta Jae-Hoon.
La puesta en escena contribuye a
las sombras que van dibujándose en la narración, dado que el director integra a
planos de contenido real elementos que
pertenecen a la imaginación del policía o a momentos del pasado que se
recuperan como flash-backs o vueltas atrás explicativos, a lo que se agrega un
montaje que niega las continuidades
mecánicas, abriendo deliberadamente espacios de lectura que exigen la mirada
cuidadosa del espectador.
Dos secuencias absolutamente
imperdibles de Decisión de partir ilustran el poderío visual de Park Chan-Wook y
la altura excepcional que ha ganado su cine. En la primera de ellas, en
medio de la niebla y la nieve, Seo Rae revela lo que ha sido su juego a lo
largo de una relación sentimental de la que poco se nos ha dicho y de la que se
han escamoteado los momentos de
intimidad. La segunda es la secuencia de cierre en la que la fuerza huracanada
del amor loco de los protagonistas se
desborda y alcanza la tragedia en su
intento por eternizar la pasión amorosa,
resuelta con una brillantez y una precisión que cortan el aliento.
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