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La tercera esposa: Entre mujeres solas
Orlando Mora

La aparición en la cartelera comercial de una película vietnamita como La tercera esposa debe calificarse de afortunada rareza, explicable solo a partir de la visibilidad ganada con su  participación en distintos festivales de cine y a los premios conquistados  en ellos, con lo cual ha conseguido llamar la atención de la distribución independiente.
Estrenada en el país el jueves pasado, cabe desearle a la opera prima de Ashleigh  Mayfair  la difusión amplia que bien merece. Se trata de una película que renuncia a cualquier estridencia y  se expresa en un tono discreto que seduce, con la enorme ventaja de enriquecer la experiencia del espectador al propiciar el contacto con un cine realizado con códigos narrativos y de representación diferentes a los habituales.
Tal vez valga la pena empezar por lo anterior para destacar lo pernicioso que resulta la homogenización del gusto del público, acostumbrado al tipo de dramaturgia de las películas y las series norteamericanas, que van conformando lo que pudiera llamarse el canon de Occidente, por lo menos en dos aspectos:  estructura dramática y  forma de contar.
La primera alude a la preeminencia de una construcción con una   muy fuerte presencia de las tres unidades básicas de inicio, desarrollo y desenlace, lo que permite manipular  la atención del espectador y llevarlo a que anticipe en parte   lo que va acontecer, en un juego en el que descansa  buena parte de la atracción de la película.
Lo segundo se refiere al uso de una integridad narrativa de cada acción, que bien en forma secuencial o en paralelo consigue que la película se perciba como un flujo continuo y como una representación directa de la realidad, incrementando la impresión  de verosimilitud. Es la ilusión realista tan afín al cine norteamericano.  
La tercera esposa, al igual que sucede con buena parte de las cinematografías orientales, trabaja con principios diferentes y demanda otros esfuerzos del espectador, que  a partir de situaciones determinadas se enfrenta a una evolución que se centra en detalles  mínimos, con sucesos  que no se narran en su integridad  y en los que por momentos es más lo que se sugiere que lo que se muestra de manera expresa.
La primera película de Ashley Mayfair traza un cuadro de costumbres en una comunidad rural del Vietnam de finales del siglo XIX. El título del filme corresponde con exactitud al planeamiento que da origen a la obra, con la llegada a la ceremonia de matrimonio de una joven de 14 años, que será la tercera esposa de un terrateniente adinerado.
El tono lento y pausado de la secuencia de apertura anticipa el registro que tendrá la totalidad del filme, con una mirada que se detiene morosamente  en  los objetos del universo físico, con un colorido que quizá tenga algunos referentes en el cine de su país, pero que en el caso personal nos hizo recordar las primeras películas del director chino Zhang Yimou, en obras como Ju Dou y La linterna roja.
Hablar de un cine femenino crea cierta resistencia en medio de la beligerancia de género de los días que vivimos, pero creo que esta vez la expresión resulta acertada para destacar cómo siempre  en el primer plano de la película están las mujeres, y los hombres aparecen puestos en una segunda línea, lo que no obsta para que el mundo social esté organizado alrededor de ellos y del poder que detentan.
Tal vez porque en el fondo en cualquier obra artística hay algo de autobiografía, no suena descaminado asumir que sea la condición de mujer de la directora la que explique la sutileza de la mirada y la forma como se va revelando el universo femenino, con una carga erótica que es inversamente proporcional a lo que se muestra de manera explícita.
En lugar de comprometerse en un discurso social acerca de la situación de la mujer en la sociedad vietnamita del siglo XIX, Mayfair prefiere detenerse en la evolución de la joven protagonista, que poco a poco descubre su intimidad sexual y la de las mujeres que viven a su lado, al tiempo que toma conciencia de la imposibilidad de escapar de la trampa de un destino con una sola salida: la de procrear un hijo  varón.
El desenlace de La tercera esposa es uno de los más bellos y desolados que hayamos visto en los últimos tiempos. En medio de la inmensidad gris del paisaje, la joven protagonista toma una decisión que apenas se sugiere, y que hiere por su desgarrada lucidez en cuanto  único camino de futuro que ella encuentra, antes tal vez de la llegada de una cuarta esposa.
La primera película de Ashleigh Mayfair nos anuncia una gran directora en ciernes. Habrá que esperar sus siguientes pasos para saber si avanzará en la dirección correcta, sin escuchar los peligrosos cantos de sirena en una industria en la que, como una vez enseñó Robert Bresson, mientras más grande el éxito, más cerca el yerro.



      

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