Colette y Promesa al
amanecer: las biografías en el cine
Orlando Mora
Por un capricho del
azar coinciden en la cartelera local dos películas que cuentan apartes de la
biografía de dos escritores franceses, lo que permite su adscripción a esa
especie de subgénero que son los llamados biopics. Una se ocupa de Colette y la
otra de Romain Gary, desde perspectivas y con tratamientos totalmente
diferentes.
El primero es un filme inglés firmado por Wash Westmoreland y
que se presenta bajo la forma de una biografía más tradicional. El director y
su guionista han tomado una etapa de la vida de la escritora, hilvanando una serie
de escenas que dramatizan pasajes vividos por Colette en el momento de
convivencia con su primera marido, entre los años de 1892 y 1905.
La decisión central tomada por Westmoreland fue la selección del punto de
vista de la narración. Si bien Colette es la protagonista y el eje del relato,
la construcción del guion se hace en tercera persona, con la cámara en la
función de un testigo invisible que tiene acceso a todo lo que se cuenta. Esta
elección es frecuente en este tipo de cine y con ella se pretende dar cuenta al espectador de hechos de
la biografía del personaje en cuestión, sin un compromiso con una determinada mirada.
El riesgo de esa visión es que el director no consiga un
compromiso emocional con el material narrativo, dejando todo en el plano del contenido
puramente informativo. En el caso de Colette
esa falla existe y resulta más lamentable dada la intensidad de la vida de
la escritora durante los años de que se ocupa la película.
Por la pantalla vemos el registro de la forma como Colette nació como escritora,
bajo el apremio y la sujeción de un marido que la manejaba a la manera de un
empresario que enseña a su aprendiz, y como poco a poco ella fue descubriendo
su propia voz y definiendo incluso sus preferencias sexuales. Solo que la
presentación del director es en exceso fría, no hay pasión ni sangre en un
discurso que no trasciende la exterioridad
de lo contado, a lo cual también contribuye las que seguramente fueran
exigencias de los representantes de la actriz Keira Knightley de guardarse de desnudos
y escenas volcánicas que pudieran comprometer su carrera futura.
Promesa al amanecer parte de un texto autobiográfico
escrito por Romain Gary y que se refiere a un largo período de su vida desde los días de la
infancia en Polonia hasta el momento en que combate en la aviación francesa
durante la Segunda Guerra Mundial. Son muchas las cosas que suceden durante
casi veinte años, con saltos en el tiempo y abreviaciones completamente
lógicas, todas ellas guiadas por el principio de subrayar la relación de amor con la madre,
marcada según el relato de tintes
claramente patológicos.
La diferencia en el origen del relato respecto de Colette otorga la ventaja de un apoyo literario en la
estructura narrativa de la película, que de un lado le otorga subjetividad y depara
además el placer que dejan las palabras cuando están
bien escritas, como evidentemente sucede en este caso. El texto autobiográfico
de Gary es un buen punto de partida, aunque como espectador uno sospeche que
pueda haber allí más de lo que transmite la película.
El director francés Eric Barbier ha intentado combinar distintos
tonos en la adaptación de las memorias del escritor, eludiendo quizá el
peligro de un registro demasiado gris y
monocorde. El efecto no se logra a cabalidad y existe un evidente desnivel
entre unas escenas y otras, tanto por la importancia de su contenido, como por
la manera como Barbier las resuelve.
Promesa al amanecer nos revela a un director solvente, dotado de buen gusto
visual y con una destreza notable en las escenas finales de combate. Los
reparos a la obra vienen más de la puerilidad del pretexto de que se echa mano
para poner a andar el relato y a que el complejo de Edipo de Gary, así haya
existido en la realidad, visto en la pantalla fatiga y por momento raya en lo
inverosímil.
Los biopics resultan por lo regular interesantes y dan al
público una información de la que a lo mejor no
disponía. En esa medida son películas útiles y que sirven en el presente
caso para acercarnos a dos universos literarios apasionantes. Pero en general
no es un género con demasiada fortuna y esta vez esa tendencia se confirma. Tal vez las dudas entre respetar una
supuesta verdad y la pura ficción terminan lastrando indefectiblemente las
obras.
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