Silencio:
violencia y religión
Orlando Mora
Siempre será noticia el estreno de una película de Martin
Scorsese. Tras cuarenta y cinco años de actividad profesional y una filmografía
que lo convierte en figura imprescindible del cine norteamericano
contemporáneo, el director deja ver en Silencio
que conserva intactas sus facultades creativas y el valor para comprometerse en
aventuras creativas ambiciosas.
Según ha explicado el propio autor, Silencio es la realización de un proyecto que lo ha acompañado a lo
largo de casi treinta años. Solo el enorme prestigio de Scorsese explica que
algo que no pudo realizar en tan largo tiempo se vuelva realidad ahora,
justamente cuando las condiciones de producción se han tornado más difíciles en
los Estados Unidos ( solo se gestionan proyectos burdamente comerciales) y
actores, guionistas y directores migran a las cada vez más atractivas y
populares series de televisión.
No parece que existieran razones para mirar Silencio como el final de una supuesta
trilogía junto a La última tentación de
Cristo (1988) y Kundum (1997),
más allá de que ellas en su conjunto reflejan una preocupación de Scorsese por
la religión y por problemas morales como la culpa y las posibilidades de
redención, asuntos que también aparecen en otras de perfil diferente como Taxi driver (1976) o Toro Salvaje (1982).
Cumplir al fin el deseo de adaptar la novela de Shushaku Endo
tiene un inocultable valor de oportunidad. En un momento en que las
guerras religiosas sonaban a cosa
obsoleta y por completo fuera de tiempo, un nuevo tipo de violencia con raíces en
la religión brota en el mundo actual y pulveriza la sensación de seguridad y
tranquilidad que la sociedad moderna había conquistado.
Si bien algunos subrayan los intereses económicos que esconden, el hecho es que
prácticamente desde el año 2002 las portadas de diarios y noticieros de
televisión nos aterran cada día con bombas que explotan y carros que embisten
en nombre de un credo religioso. El fanatismo de creer que se tiene la razón
alimenta esa hoguera.
Más allá de la potencia visual y narrativa de Martin Scorsese
que se mantiene, lo mejor de Silencio es
la reflexión que propone acerca de la religión y la violencia que puede desatar
cuando se quiere trasplantar a territorios con otras creencias. Imposible no inquietarse
frente a los casi treinta minutos finales del
encuentro de los dos jesuitas,
con actitudes y decisiones que tocan con problemas morales muy
profundos.
Tal vez haya más ideas que emoción en esta obra larga y
pausada de un director que es ya historia y leyenda, pero con el coraje para no
callarse y continuar asumiendo los riesgos de la creación.
Esperando tu nueva reflexión , que prometiste desde Cánada, sobre LMDA, me encuentro con Silencio . Para mí de las tantas fallidas obras de marty. Puro panfleto religioso, con lenguaje del más burdo legado publicitario, solo para la casta grey de humildes ignorantes.
ResponderBorrarSi comparto que lo mejorcito esta al final, pero tampoco Es cosa de encomio. LAA, estaría despotrincando desde su Tumba. Un abrazo.